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Empacho electoral

«¿Quién creen que en estas guerras 'villarejas' puede parecerse más a alguien que quiere tener a su madre política lejos del poder?»

Pablo Casado, líder del PP, visitó ayer Córdoba, en el segundo día de campaña para las elecciones andaluzas del 2 de diciembre / Foto: Efe
Pablo Casado, líder del PP, visitó ayer Córdoba, en el segundo día de campaña para las elecciones andaluzas del 2 de diciembre / Foto: Efelarazon

«¿Quién creen que en estas guerras 'villarejas' puede parecerse más a alguien que quiere tener a su madre política lejos del poder?»

De nuevo me he hecho el firme propósito de tomarme unas vacaciones políticas. Claro está que en cualquier momento, por un exaltado candidato lenguaraz, por un mitín crispado, por los navajazos electorales, por insidias empleadas para destruir el buen nombre de un candidato, caeré en la tentación de volver a escribir de la campaña y sus protagonistas. Ya dejó claro Oscar Wilde que el único remedio para vencer las tentaciones es caer con todo entusiasmo en ellas. Para no ser excesivamente cruel con partidos y candidatos, hay que reconocer que en estos momentos los que se dedican al que fue noble arte de la política lo tienen más inseguro que estar balanceándose en un trapecio. En los once meses que llevamos de año ningún gran experto politólogo, tertuliano con más fuentes de información que el mismo CNI o ningún articulista de esos que escriben algo más cercano a la ciencia ficción que a la realidad pudo intuir que en ese espacio de tiempo fuesen a suceder hechos tan sorprendentes: Pedro Sánchez, después de ser defenestrado, y dando todo el mundo por hecho que el «adiós Pedrito, adiós» era de por vida, vuelve y somete a su partido a una disciplina interna que ríete de la que ejercitaba Alfonso Guerra; la caída de Rajoy es un verdadero terremoto; las dos mujeres con mayor poder político, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, caen fulminadas; la vicepresidenta Soraya es derrotada en unas primarias que en primera instancia gana, pero que pierde en esa extraña segunda vuelta que el partido impone; en teoría, Cospedal, que se sitúa en tercer lugar, es ganadora porque cede sus compromisarios a Casado, y aunque él sea el nuevo presidente del partido, queda de alguna forma atado a la ex secretaria general, ya que ella y varios fieles entran en la Ejecutiva nacional del PP, y además disfrutará de la Presidencia de la muy prestigiosa comisión de Exteriores del Congreso que añade buenísimas relaciones y más ingresos. Y en esto aparece el villano Villarejo y sus grabaciones, más oídas que el último disco de Rosalía. De lo que nos enteramos, si no tuviese ese tremendo olor a cloacas, podría pasar por una comedieta de Mariano Ozores, interpretada por Esteso, Pajares y la «buenorra» de turno. En un mundo político donde sin duda también debe haberse producido una especie de cambio climático, parecería imposible una resurrección de Cospedal, por muchos dolores que le costara. Simplemente siendo un enteradillo que lee dos periódicos, oye dos tertulias radiofónicas y que ve programas de La Sexta, podría preguntarse por qué Villarejo y su mejor espectáculo no apareció antes de las primarias si quería cargarse a la «Cospe». De haberse producido así, sin duda la presidenta del PP sería «la niña Soraya». Como el enteradillo se ha leído todo lo escrito por Agatha Christie, ha visto todas las películas de intrigas políticas, conoce las tragedias griegas y es un experto en Alejandro Magno, el primer planteamiento que se hace, como en cualquier operación donde alguien sale perjudicado, es buscar a los beneficiarios. Así se encontrará al culpable. El gran Alejandro comenzó su portentosa vida como Rey de Macedonia, cuando su madre Olympia mandó asesinar a su esposo el Rey Filipo. Alejandro abandonó su reino para conquistar el mundo, nunca volvió a Macedonia, nunca volvió a ver a su madre, a pesar de los muchos mensajes que le mandaba pidiéndole reunirse con él. El gran Rey comentó que era un precio demasiado alto el que su madre pedía por haberle alojado nueve meses en su vientre. Bien sabía que Olympia lo que quería era gobernar a través de su hijo. Sin la grandeza de los personajes citados, ¿quién creen que en estas guerras «villarejas» puede parecerse más a alguien que quiere tener a su madre política lejos del poder?