Rusia

Gran gala

La Razón
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En tiempos poco propicios para los gastos en cultura en todo el mundo, se inauguró con una gran gala televisada para todo el mundo el teatro Mariinsky II. El de toda la vida seguirá su gloriosa carrera. Un escenario en el que han dejado su arte impregnando grandes genios como Paulova, Nureyev, Baryshnikov y la gran Maya Plisétskaya, en la danza. Elena Obrazova o Galina Visneskaya en la lírica. Es inmortal. El nuevo Mariinsky, según aseguran los expertos, es un prodigio en cuanto a grandes avances técnicos y no se han escatimado medios, pues esto es muy de los rusos de los últimos tiempos. El presidente Putin ha querido reforzar un sector que fue la cara buena del régimen comunista, gracias a la gran calidad tradicional de los artistas rusos y a una buenísima gestión en tan importante negociado. La gala inaugural fue un auténtico y grandioso regalo. La marca España estuvo representada por Plácido Domingo, que fue recibido con infinito cariño. No se conformó nuestra estrella con cantar, también dirigió la orquesta en un gran momento. Lo español siempre ha sido muy querido en toda Rusia y especialmente por sus compositores. Por ello, se representó una parte de «Carmen», que se cerró con la coreografía que Roland Petit y Plisétskaya crearon con la música de Bizet para mayor gloria de la gran dama de la danza. Putin, inteligentemente, sentó a su lado a Maya en la inauguración. A sus 87 años, es la gran leyenda del arte ruso. Conocí a Plisétskaya en sus años de directora del Ballet Nacional. Estaba autorizada por el régimen soviético y a pesar de ello seguía haciendo la vida de estrella rusa en el extranjero: del Hotel Palace al Teatro de la Zarzuela y vuelta a su habitación. Gracias a su amigo Rostropovich, fue posible que hiciera una vida normal. Se desaprovechó su talento y el mucho dinero que se invirtió en su contratación. Con el sistema pendular tan español, se pasó de tratar de crear un ballet clásico aprovechando su magisterio a una compañía con las pretendidas genialidades de danza contemporánea de Nacho Duato. Este último está convencido de que los males de España vienen desde su marcha del país, con monumental enfado por haber sido cesado como director. Después de 20 años, tenía el convencimiento de que el Ballet Nacional era su compañía privada.