Andalucía

Hasta Goya debió aburrirse

La Razón
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Defiendo casi siempre y de siempre el cine español. Desde una película de Carmen Sevilla o de Saura hasta cualquiera de Isabel Coixet, incluido su último trabajo «La librería». Pasé una magnífica tarde disfrutando de tan delicada y bella historia. Como saben, esta película fue la gran triunfadora de la noche. Se llevó tres Goya: mejor película, mejor guión y mejor dirección. Siempre procuro poner mi granito de arena en defender con datos oficiales los buenos dineros que Hacienda percibe de este sector. Los cines españoles recaudaron en 2017 más de 6.000 millones de euros. Teniendo en cuenta que el cine sigue gravado por el 21% de IVA, estamos hablando de 121 millones de euros (202.000 millones de las antiguas pesetas). Hay que añadir los pases televisivos y las ventas en DVD. Que no se olviden los puestos de trabajo y los impuestos que pagan las grandes estrellas. Vamos, más bien un filón que una ruina, aunque sólo sea para el Estado. También me pareció buena idea la creación de la Academia del Cine y de los premios Goya, que en poco tiempo se convirtieron en una gala clásica anual con una buena audiencia televisiva. Siempre gusta ver esa pasarela de nuestros artistas vestidos de gala. El espectáculo, por el número de premios y agradecimientos, tiende a ser larguísimo, pero cuando ha tenido presentadores con gran nivel y buen guión el tiempo corría deprisa –recordar a la maravillosa Rosa María Sardá, Andreu Buenafuente, Eva Hache o Dani Rovira–. Pero este año tengo que reconocer que el escenario era un horror, los presentadores Reyes y Sevilla fueron dos horrores y el numerito con El Langui fue deplorable. Resultado: la gala con menos audiencia televisiva que se recuerda. A pesar del desastre y de las más de tres horas de duración, más de tres millones de espectadores vieron el programa, que fue el más visto del domingo. Esto da una idea de la fuerza del cine.