Cádiz

Heil Kichi

“Se deberá sentar en el banquillo (justamente) acusado de un delito de odio por sabotear desde el Ayuntamiento la proyección de unas películas israelíes”

El alcalde de Cádiz, José María González
El alcalde de Cádiz, José María Gonzálezlarazon

“Se deberá sentar en el banquillo (justamente) acusado de un delito de odio por sabotear desde el Ayuntamiento la proyección de unas películas israelíes”

El alcalde de una ciudad de la importancia de Cádiz ostenta una función representativa por encima de incluso de su responsabilidad política. José María González Santos, pese a alguna veleidad en sus inicios, lo entendió tan bien que logró en mayo una confortable reelección. A pesar de la inanidad de un consejo áulico trufado de sectarios y gamberros que, en sus mejores días, apenas habrían dado para manejar una asamblea universitaria, él ha vestido con honra el cargo durante un cuatrienio: se planta una corbata contra natura cuando la ocasión lo exige o muestra su respeto por la Santa Patrona que veneran la mayoría de sus vecinos pese a su pregonado agnosticismo. El regidor fue incluso capaz de manejar con mano firme de gobernante un asunto exterior, el veto que sus conmilitones de Madrid querían imponer sobre un contrato de los astilleros gaditanos con la marina de guerra de Arabia Saudita, cuando a Pablo Iglesias le asoma por la faltriquera un fajo de los petrodólares iraníes que lo han convertido en el jefe de la propaganda chií en España y, por tanto, debelador de cuanto huela a suní. Ahora, sin embargo, Kichi se deberá sentar en el banquillo (justamente) acusado de un delito de odio por sabotear desde el Ayuntamiento la proyección de unas películas israelíes, es decir, por imponer sobre todos los ciudadanos y sobre el nombre mismo de Cádiz su particularísima opinión e incluso cosmovisión: ese antisemitismo del que blasonan nuestros compatriotas más facinerosos, a derecha e izquierda, que traza una línea delgadísima, casi imperceptible, entre la simpatía con la denominada causa palestina y la justificación contra todo acto de violencia cometido sobre los judíos. Que han aprendido a defenderse solitos, sí, pero a quienes tampoco amargaría algún tipo de calor institucional.