Andalucía
Hez turismófoba
Votante socialista desde tiempos de Felipe González, P. ha trabajado durante tres decenios para reunir un magro patrimonio con el que aliviar sus fines de mes en estos tiempos de sueldos raquíticos: además del piso en el que vive con su familia, poseía un apartamento pagado a pulmón que alquilaba en régimen turístico (con todos los papeles en regla y sin eludir una sola obligación fiscal ni administrativa). «Me han obligado a venderlo», lamenta en su recién estrenada condición de especulador inmobiliario. Son tantas las trabas que se ponen al arrendamiento, que sólo los terratenientes –particulares o empresas– está en condiciones de superar todos los obstáculos que se ciernen entre el pequeño ahorrador y una mínima rentabilidad. He aquí la proletarización de la clase media. Y mi amigo, sobre su desazón ante el voraz afán recaudador de todos los partidos, se duele por la «incoherencia» de la izquierda de sus preferencias, «porque han convertido a la ‘turismofobia’ en una de sus banderas más demagógicas. Fíjate que quienes aseguran que media docena de alemanes con maletas constituyen amenaza para nuestra forma de vida tradicional son los mismos que ven a diez mil guineanos vagabundear por Tarifa y cantan las excelencias del mestizaje cultural. ¿En qué quedamos?». Pues, concretamente, quedamos en la ancestral alianza entre las fuerzas carcas de uno y otro extremo del arco ideológico. Porque tan renuente a la única industria saneada de Andalucía es el anticapitalista de narices horadadas como el rancio de «blazer» cruzado. Un sándwich perfecto a la prosperidad de las fuerzas reaccionarias, lo que antes se denominaban las clases extractivas... hoy compuestas por un trust de ricos de toda la vida, funcionarios, masas subsidiadas y pequeñoburgueses con ínfulas. La hez de la sociedad.
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