Sociedad

Ídolos inesperados

En septiembre, en plena Bienal, escribí sobre Rosalía, esa joven catalana que se ha convertido en un ídolo internacional en un cortísimo espacio de tiempo. Como ella cultiva una especie de transgénero, siendo el flamenco su principal estandarte, decidí comprar el disco que en ese momento estaba en el mercado. Lo cierto es que a pesar de escucharlo varias veces con máxima atención, no me resultó atractivo. No conseguí la emoción de estar asistiendo al nacimiento de una nueva estrella. Claro está que ésa es mi percepción, no va estar equivocada tanta gente. He hablado del tema con cantantes, músicos y gente que pasa por ser expertos en el tema y las repuestas a mis preguntas han sido variadas. Las cantantes se han inclinado por darle todo el mérito a la poderosa casa de discos que lleva su carrera. Siempre he reconocido la importancia en este campo de las discográficas, agencias artísticas, profesionales de promoción e imagen, más en estos tiempos en que las grandes casas de discos engloban todo, dirigiendo las carreras de forma total. Contar con la fuerza de esos medios empujando una carrera es sin duda el 50% del posible éxito, pero si la protagonista no tiene además de grandes cualidades esa cosa misteriosa que es llegar al público, todo lo demás no da para el gran éxito. Si eso no fuese así, todos los discos, todas las películas y las series serían siempre éxitos. Pero el objeto de este escrito es rectificar. El lunes, en ese excelente programa que es «El Hormiguero», estuvo de estrella invitada Rosalía. Enseguida vi a una joven y bella mujer con una risa clara, sincera, listísima y con una capacidad especial para gustar. Respondió a una pregunta de Pablo Motos con inteligencia de vieja: «Mira, ni cuando las criticas son feroces es una tan mala, ni cuando son maravillosas es una tan buena». Ya sólo me queda escuchar atentamente su nuevo disco. Por cierto, es gratificante que la gran estrella catalana del momento tenga como música base el flamenco.