Andalucía

Juanma on tour

Marruecos no es lo que se dice un vecino cómodo ni debe resultar sencillo negociar, pero son demasiados los intereses comunes a ambos lados del Estrecho de Gibraltar como para cerrarse al diálogo

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en Rabat durante su primer viaje oficial al extranjero /Foto: EFE
El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en Rabat durante su primer viaje oficial al extranjero /Foto: EFElarazon

Marruecos no es lo que se dice un vecino cómodo ni debe resultar sencillo negociar, pero son demasiados los intereses comunes a ambos lados del Estrecho de Gibraltar como para cerrarse al diálogo

Detrás de esa fachada de partitócrata anodino, se percibe presencia de materia gris en la gestión de Moreno Bonilla, quien ha aprovechado la parálisis del Gobierno en funciones para plantarse en Marruecos. El ministro del ramo, Pepe Borrell, está más pendiente de trincar una canonjía europea que de atender su negociado hasta que le nombren sucesor, así que Andalucía ha saltado sobre la ocasión de erigirse en interlocutora de ese reino alauita, presuntamente aliado y presumiblemente controlado por el amigo francés –nada bueno puede esperar España en materia geopolítica de la sinuosa diplomacia gala–, que siempre nos tiene agarrados por el huevo de Ceuta y el cojón de Melilla, mientras agita la rama de olivo de los acuerdos pesqueros, entre otros, pero esconde la daga traicionera de tráficos variados, más que nada los de drogas y personas. No es lo que se dice un vecino cómodo ni debe resultar sencillo negociar con quien manda investido por un poder absoluto que emana directamente de Alá. Con razón prefirió Griñán mirar más hacia Portugal, que jamás osaría insinuar una suelta de yihadistas –marroquíes fueron los terroristas de Madrid en 2004 y de Barcelona en 2017– si alguna de sus pretensiones resultase contrariada. Pero son demasiados los intereses comunes a ambos lados del Estrecho de Gibraltar como para cerrarse al diálogo, por más que a veces le asalten a uno las ganas de patear el tablero, sobre todo cuando tiene por socios parlamentarios decisivos a una cuadrilla patriotera que no contempla otra política exterior que el levantamiento de muros. El roce con gente así merma las facultades persuasivas y potencia el gusto por el puñetazo en la mesa, de ahí la (grata) sorpresa que supone ver al presidente de la Junta firmando acuerdos comerciales y de otra índole con el mahometano.D