Sevilla

Libros y libreros extravagantes en la Alameda

Los pequeños conciertos son uno de los alicientes para visitar esta librería sevillana
Los pequeños conciertos son uno de los alicientes para visitar esta librería sevillanalarazon

En la orilla izquierda de la Alameda de Hércules, en Sevilla, hay un oasis para hacer una pausa con la que emprender el mejor de los viajes, el viaje de los libros. Sólo hay que cumplir una obligación que queda bien clara en las puertas que dan acceso a la librería «La Extra Vagante»: «Pasen y lean». Lo primero es inevitable para poder empezar, lo otro, una fascinante experiencia personal que se alimenta, pero que cada vez tiene más hambre conforme pasan los años. Este lugar dedicado a las letras junto a la Casa de las Sirenas es perfecto para saciarse. Aquí, el tiempo tiene un valor relativo, se puede pasear entre libros, hojear revistas, oler las páginas, admirar los caracteres y zambullirse en un mar de dudas antes de decidir qué llevarse a casa.

Para los encargados de capitanear esta nave, hacerlo así es la mejor manera de dar con el sentido de esta librería-centrocultural, donde se le quiere dar al libro su valor como objeto. Desde que hace unos meses cambiaron de acera, organizan actividades paralelas como conciertos, exposiciones, ciclos de cuentacuentos para niños o talleres de escritura. Esta manera de entender la librería es también una reivindicación de un ritmo, un tempo, distinto al que obliga la sociedad del consumo, que también ha llegado a este tipo de negocios. No son los únicos, en Sevilla hay otros ejemplos como éste repartidos por la ciudad donde tienen bien claro que hay que ser mucho más que un almacén de libros. Así lo entienden en «El gato en bicicleta», «La fuga», «Relatora» o «El gusanito lector», librerías especializadas que formarán un futuro recorrido de locales de esta naturaleza, que ya calienta motores. Joaquín Sovilla, uno de los cooperativistas responsables del proyecto, sirve de puente a los clientes hacia el mundo de los libros y adelanta que trabajan para que en el futuro este recorrido literario sea más visible, sobre todo porque la Alameda se ha convertido en un amplio bulevar dedicado casi en exclusiva al ocio nocturno. «Nosotros estamos aquí, rodeados de bares, pero contentos, aunque nos gustaría que este lugar no se enfocara únicamente sólo a salir de noche». Para los que no buscan sólo copas, allí hay cine, tertulias, debates o una charla improvisada al mediodía. «Aquí se puede hablar de todo, llegan los clientes y se le cuentan cosas o se intercambian los papeles», relata Sovilla, que no quiere saber nada de ser un busto parlante. Ser librero es distinto y se puede vivir la experiencia por unas horas. El «Extra Vagante» que tenga el gusanillo de estar detrás del mostrador puede quitárselo rápidamente y así recomendar su preferencias literarias, poner la música que mejor acompañe a las lecturas elegidas, ofrecer una copa de vino o simplemente dedicarse a organizar las devoluciones. ¿La intención de todo ello? «Que la gente tenga la triple visión: clientes, libreros y amigos». Al fin y al cabo, enfrentarse a las páginas es, como en general sucede, mucho mejor agarrado de una mano amiga.

Junto a los cooperativistas, también han querido implicarse en esta travesía 20 micromecenas, que son a su manera padres del proyecto y además de aportar fondos montan actividades paralelas a la programación habitual. Unas citas en las que aparecen autores que quieren sentir el aliento de sus lectores cerca. Éstos tienen un perfil medianamente común, pues la mayoría se mueve en la inestable franja de edad que va de los 30 a los 50 años. Veteranos lectores que «llegan sabiendo muy bien lo que quieren, que conocen y dominan el mundo de los libros», aunque también hay espacio para noveles. Aquí no se deja a nadie fuera.

El plato fuerte de su oferta lo forman los libros dedicados a los viajes, que son el germen de la librería y el fin al que dedican una buena parte de sus estanterías, forradas con mapas que seducen al viajero. Para llenar la maleta hace falta tener claro a dónde hay que dirigirse y las guías ayudan, dan pistas, pero siempre es necesario tener a mano otra visión menos ordenada del caos que da sustancia a los viajes. París en los ojos de Hemingway, Londres de la mano infantil de Dickens o Estambul con Pamuk se hacen ciudades más apetitosas y sugerentes para visitar, que leídas en las guías para los turistas domesticados. Eso lo saben los «extra vagantes», que trufan los estantes con estos cicerones literarios.