Famosos

Los amores tardíos

La Razón
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Soy un creyente total de que los amores o las pasiones no tienen edad, ni fecha en el calendario –volvemos a las finísimas fronteras que separan ambas situaciones–. En el caso del hombre que acumula más de 30 años de diferencia de edad entre su novia o mujer, la cosa tiene larga tradición. Hasta estaba bien visto que una joven de buena familia pero que por los mayorazgos tuviese escasa herencia se casara con un hombre que acumulara tanto dinero como años. Igualmente, en una familia humilde, casar a una de las niñas con el viudo un tanto achacoso, pero que tenía la tienda de ultramarinos del barrio, con lo que al menos la comida la tenía asegurada. En los tiempos actuales, todavía se sigue viendo con mayor naturalidad las uniones donde el varón duplica, incluso triplica, la edad de su mujer. El cambio es que ahora las juveniles novias se autotitulan modelos, actrices o «it girls», que esto último da para todo. Reciente tenemos la gran fiesta de casamiento del marqués de Griñón y Esther Doña. La novia ha afirmado que si ella se propone tener un hijo lo tendrá; no tengo la menor duda, pero falta la ratificación del noble vinatero para que esto sea posible... Por favor, maldades no. Esta introducción –no sé si en este tema es adecuada la palabra– viene a los muchos comentarios que ha despertado el romance entre la siempre turbulenta Carmen Martínez Bordiú, a punto de cobrar la jubilación, y un joven australiano que responde al nombre de Timothy, que se dedica a terapias emocionales –estas cosas las inventaron hace mucho los argentinos–, también es entrenador de la mente y podría ser al tiempo filibustero de líbidos inquietas. Se conocieron este verano en un barco de amigos comunes en la Costa Azul. No es la primera vez que Carmen conoce a sus amores en las noches de agosto surcando el Mediterráneo. Así pasó con el anticuario francés y, más tarde, con el arquitecto italiano. Pocos de estos amores, con 30 años de diferencia, llegan a buen puerto en el caso de la mujer. La Bordiú y su libre vida no miran los tiempos, sólo el día a día si compensa los alardes juveniles.