Medidas de la modernidad

En los últimos tiempos acudo con cierta frecuencia a tomar una copa con un grupo de jóvenes a los que he conocido en uno de mis trabajos. No puedo decir que sean amigos pero sí conocidos con los que estoy encantado. Me aportan nuevas formas, nuevas palabras, sentimientos que se administran de distintas maneras de las que he vivido. También aclaro que como le dije a una de las componentes del citado grupo, tampoco es conveniente que lo que me digan, que lo que intentan que comprenda desde sus insultantes veintitantos años, se haga demasiado alto a la hora de exponerlo. Este fin de semana, casualmente, pasaba por una terraza muy concurrida. Allí estaban algunos de estos jóvenes amigos. Me senté con ellos y una de las chicas, siempre la más beligerante conmigo –sé que me tiene afecto y que lleva sus debates al extremo para sacarme de mis casillas porque es inteligente y a veces caigo en sus trampas–, con guasa me dijo: «Ayer te vi en ese bodrio de programa que haces en Canal Sur. No sé cómo un canal público puede tener en antena algo tan viejo, con una imagen de la mujer tan antigua y sometida. Además, es algo que no le interesa a nadie». «Querida, con tu militancia contumaz, pasas por las cosas sin conocimientos y sin juicios razonados», le contesté. «Me pillas cansado del paseo, tranquilo y sin fuerzas para la guerra. Así que te voy a contestar en plan viejo maestro, que eres muy joven y conviene que aprendas. Incluso para tus batallas feministas, que aplaudo, pero como todo en la vida, cuánto mayores sean tus conocimientos, mejor soporte tendrán tus postulados. Canal Sur tiene la obligación cultural de tener un programa de copla, un género que viene de las antiguas tonadillas, las seguidillas , incluso el cuplé y ritmos flamencos y que empieza a tener su propio sitio a principios del siglo xx». Pero esta tira no da para más, así que como viene siendo tradicional , mañana segunda parte. Esto último no se lo digo a Julia, que así se llama mi retadora, esto es para los lectores.