Elecciones generales
Moción contra Susana Díaz
Sabía el estrecho colaborador del alcalde saliente, ganador sin mayoría absoluta tras haber arrasado un cuatrienio antes, cuánto habían perjudicado a su causa los avatares de la política nacional, arena en la que su partido era permanentemente revoleado: «Con una lista independiente ‘Amigos de la melva’, sin siglas, habríamos sacado 25 concejales». Es aceptado lugar común que cuanto más cercana sea la elección, más cuentan los personalismos pero hoy, como nos enseñaba el libreto de «La verbena de la Paloma», las ciencias adelantan que es una barbaridad: las televisoras han centralizado tanto el debate, que apenas quedan candidatos que hagan prevalecer su carisma en el terruño sobre el griterío mainstream. Al podio de la notoriedad de este fin de primavera se ha encaramado Pedro Sánchez gracias a una moción de censura taimada y zorruna que todos celebran, sorda pero decididamente los populares, por ir dirigida en realidad contra Albert Rivera. Es verdad, como tampoco es mentira que el rostro de Susana Díaz también figura en la diana imaginada por los estrategas de Ferraz, obligados a combatir en varios frentes, y no es el interno el que menos peligro encierra. Desarticulado el Comité Federal como órgano de gobierno del partido, los barones (la baronesa meridional, mayormente) no tienen otro remedio que aplaudir cuanta ocurrencia surja del magín del secretario general, a quien legitiman las sacrosantas bases. Así, el discurso unionista del PSOE-A quedará disuelto por el ácido del previsible galanteo de Sánchez con los odiadores de España. Y el carrusel de elecciones, si no median adelantos, empezará con las autonómicas andaluzas. A ver cómo mantiene Díaz la cantinela del socialismo ganador por ella encarnado si desde Madrid le cercenan la parte más vendible de su discurso.
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