Cine

Ni conquistador ni Estado español

A Borja Cobeaga, guipuzcoano como Blas de Lezo y valiente viajero a terrenos inexplorados del humor con sus guiones de «Negociador» o «Fe de etarras», habremos de justificarle el lapsus por los evidentes síntomas de enajenación transitoria con los que se presentó a la gala de los Goya. Algo tomaría el hombre que le apelmazó la dicción y le nubló el juicio hasta tildar a su ilustre paisano de «conquistador demediado»; pues si lo segundo es cierto, mediohombre lo llamaban por las mutilaciones sufridas como consecuencia de su ardor guerrero, lo primero es un error, ya que el almirante nació en Pasajes cuando la América hispana llevaba casi dos siglos ya conquistada. Incide el humorista vasco en el tópico analfabetismo del cineasta patrio, para regodeo de esos detractores de guardia que ahora se arremolinan en torno a Vox, y lo peor es que lo secunda un Alberto Rodríguez que, entre sus múltiples talentos, siempre contó con una loable habilidad para mantenerse lejos del sectarismo lampante que ensucia a todo su gremio sin que ello suponga una renuncia a sus preferencias ideológicas, que las tiene y son más que legítimas. Crasa torpeza es dotar al enemigo de munición argumental, como hizo el director de «La isla mínima» al denunciar que Blas de Lezo «murió olvidado por el Estado español», perífrasis de la que abusa para evitar pronunciar el nombre de España... como si «el Estado español» hubiese estado siquiera cerca de existir en tiempos del Felipe V. Cabría hacer una película, ¡una saga!, sobre la proverbial ingratitud de los borbones, desde luego, pero ello no rebajaría un ápice la grandeza de este marino tan ligado a Andalucía –aún se conserva su casa en la calle Larga de El Puerto de Santa María–, cuya memoria desagravió Carlos III concediéndole un marquesado a su primogénito.