
El trípode
La tripulación sanchista y su capitán
Desde luego, el capitán Sánchez no parece ser un experto responsable de selección de personal, a la vista de sus elegidos como «manos derechas»
El «chupinazo» de ayer de comienzo de los sanfermines con Bildu en la alcaldía de Pamplona nos recuerda que fue el navarro Santos Cerdán quien –y por encargo personal de Sánchez– hizo que eso fuera posible, a cambio de que su amiga Chivite esté al frente de la Comunidad Foral. Y también de que el «capitán del barco» llegara a la Moncloa. Y todo ello con la cooperación –tan necesaria como lamentable– del actual sanchista PNV. En sintonía con ese escenario político, en lugar del tradicional «¡Viva san Fermín!», el grito fue «¡Viva Palestina libre!», de lo que los etarras tenían un gran conocimiento dada su afinidad con la organización terrorista Hamás. También hubo otros «chupinazos» en el PP y el PSOE, aunque ambos muy distintos y distantes entre sí, con Feijóo como líder indiscutido afirmando que quiere gobernar en solitario, y acompañado de Ayuso como telonera con un vibrante discurso que merece ser escuchado y leído. Mientras, por su parte, Sánchez volvía a interpretar el papel de víctima, y con el corazón dolorido anunciaba que el capitán no abandonaba su puesto cuando venía «mala mar». La cuestión es que no hay «mala mar», sino «mala tripulación», y toda ella designada por él, con los que, por cierto, anduvo «navegando» a bordo de un Peugeot durante meses por toda España. Y ahora sabemos que esa tripulación –el famoso cuarteto de Sánchez, Ábalos, Cerdán y Koldo– tenía un quinto tripulante que no viajaba porque no cabía a bordo. De nombre Paco Salazar, era tan conocido en Moncloa y Ferraz como desconocido a nivel general por la opinión pública. Haciendo gala del feminismo, carisma indiscutible del socialismo progresista sanchista, el tal Salazar estuvo a la altura de la tripulación del Peugeot y le amargó el Comité Federal a su capitán, teniendo que renunciar antes de su proclamación oficial. Desde luego, el capitán Sánchez no parece ser un experto responsable de selección de personal, a la vista de sus elegidos como «manos derechas», y por los que el resto de los tripulantes se apresuran a poner la mano en el fuego por su idoneidad, al merecer el honor de gozar de la confianza de su capitán. De momento, en la sede de Ferraz no consta que se haya habilitado una zona para atender de urgencia a cualificados sanchistas, por quemaduras en las manos; pero todo se andará. En el fallido Comité Federal de Sánchez, al parecer el ministro de Transportes, Óscar Puente, ausente y sin abrir la boca para dar la cara ante la sucesión de caos ferroviarios, sí que habló para enérgicamente oponerse a García-Page, tachándole de «hipócrita»: es la tripulación sanchista.
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