
Apuntes
Mucho más torpes que corruptos...
No son capaces de mantener una catenaria y pretenden electrificar a toda España
Nos da las gracias un lector, Carmelo, devenido en agricultor, porque el periódico se ha interesado por el mal estado de las carreteras. «Voy a tener que tirar del Terrano –un todoterreno– para ir a Madrid por la autovía de Burgos», escribe. Hicimos no hace mucho un viaje a Finisterre y en la A-6, por Orense, había tramos infernales, por no hablar de la autovía entre Navalmoral de la Mata y Coria, con tramos imposibles en el carril derecho, el de los camiones, eso sí, anunciados con señales de «firme en mal estado». Allí, en dirección a Madrid, los de Tráfico tenían «un radar trabajando», frase textual del guardia, que en lo de poner multas no hay quien nos gane.
Luego está el lío de los trenes. ¡Qué recuerdos maravillosos de cuando Renfe te devolvía la mitad del billete si el tren se retrasaba quince minutos! El gobierno de progreso, el que lucha contra el cambio climático e impulsa la electrificación del país, es incapaz de mantener en buen estado una catenaria, pero su ministro encargado del tinglado señala con el dedo tuitero a cualquiera que le caiga mal o critique al señorito que le mantiene en el cargo, es decir, en un Ministerio directamente señalado por la corrupción de los Ábalos y cía. Y, claro, no se les cae de la boca la acusación de «sabotaje», como si fueran víctimas de una conspiración de las fuerzas oscuras y no los epígonos de la incompetencia.
No sabemos dónde han metido el dinero de nuestros impuestos, esos con los que gravan las rentas del trabajo, los sueldos, y asfixian a las empresas, pero, desde luego, no han ido ni al mantenimiento de las infraestructuras ni a cubrir unas plantillas de personal que están perdiendo a sus mejores técnicos, llamados a la jubilación, por un lado, y a la empresa privada, por otro. Y no parece que la política de subsidios y paguitas vaya a arreglar las carreteras por sí sola.
El día que espabilen los inmigrantes iberoamericanos, el día que consigan reunir a las familias y no tengan que enviar dinero para que coman los hijos o los padres en sus países de origen, a ver si siguen tragando con unos sueldos que a muchos ni siquiera les permite alquilar una habitación en un piso compartido. Porque esa es otra, no es que la izquierda se llame andana a la hora de construir viviendas sociales, es que siempre está llevando a los juzgados los proyectos y las promociones inmobiliarias, como si la industria de la Construcción fuera una actividad criminal equivalente a la trata de blancas. En Madrid, en Cuatro Caminos, han conseguido paralizar durante más de una década los pisos de una cooperativa, no los de un especulador forrado, no, ¡los de una cooperativa! Somos un país en el que durante treinta años se ha visto llenarse de maleza solares abandonados y caerse a cachos viejos cuarteles a tiro de piedra del centro de la capital, lo de Campamento, mientras la gente se disputa a cara de perro un alquiler.
En el final de ciclo socialista se vuelve a escuchar la misma frase en los ministerios: «No hay un duro», pero el IRPF es el notario insobornable de que el dinero ha salido de nuestros bolsillos. Y no crean que todo ha ido a esas sobrinas que «se enrollan que te cagas», eso es pecata minuta. Se ha ido en mala gestión, en ineficiencia, en políticas erradas, en fomentar obsesiones ideológicas y en mantener los acuerdos de investidura. Nuestro dinero y el de los fondos europeos.
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