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Francisco Pérez Gandul, autor de "Celda 211"/ Foto: La Razón
Francisco Pérez Gandul, autor de "Celda 211"/ Foto: La Razónlarazon

Lo último que este firmante osaría decir de Francisco Pérez Gandul, «Pacopere» para el mundillo periodístico, es que se trata de un cronista deportivo de la competencia. Y no por evitar menciones al querido diario de las tres letras, ya que uno trata de soslayar las pequeñas miserias endógenas del oficio que para nada interesan al público, sino porque... ¿competencia de qué? Si al sur de los Pirineos, ni Dios bendito que se pusiera frente al teclado competiría en finura y agudeza con sus artículos futboleros. Se le quedó pequeña hace mucho tiempo la escritura fungible del periódico, de modo que debutó (tardíamente) en la literatura con un pequeño/gran suceso editorial, «Celda 211», que se convirtió en un enorme éxito cinematográfico facilitado por la adaptación de Daniel Monzón y la interpretación de Malamadre que bordó Luis Tosar, desde luego, pero impulsado sobre todo por el asfixiante suspense de la trama y por la originalísima inmersión en un subgénero, el carcelario, casi inédito en España. Tres lustros se ha demorado en entregar a la imprenta «El bróker», una segunda novela que también diríase de temática típicamente anglosajona, para la que se ha asociado con Samarcanda, ese milagro en forma de sello editorial que ha alentado Dani Pinilla. ¿Qué puede salir mal? Casi da grima desearles suerte, pues no la necesitan porque han parido un libro redondo cuyos derechos audiovisuales harían bien en retener unos añitos para obligar a los más remisos a que se rindan al placer de la lectura. Nadie se va a arrepentir como tampoco nadie podrá evitar embaulárselo sin respirar. Si aquel Gordon Gekko de Oliver Stone y Michael Douglas («Wall Street», 1987) enseñó lo peor de las altas finanzas de una época, este Bruno Silva demuestra hasta qué punto han empeorado las cosas en treinta años.