Extremadura

Pediluvio en Tentudía

La Razón
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Casi al final de la Vía de la Plata, según se sale de Gijón, el pueblo creado al albur de Tentudía, donde María Santísima detuvo el sol para interceder por las huestes del maestre Pelay Correa en su batalla contra el moro, separa Andalucía de Extremadura. Monesterio, esa ‘a’ mutada en ‘e’ por los caprichos de la etimología, ofrece al automovilista una variada oferta hostelera, con establecimientos abiertos 24/7 en los que pueden los ruteros ducharse en un vestuario decentísimo por un precio muy razonable. Casi 800 años después de que el capitán de Fernando III reconquistase la comarca para la Cristiandad, una nueva partida de mahometanos transita por allí camino del Magreb, prefiriendo las comodidades de la moderna A5 al permanente parcheo de la vieja Nacional IV. Y, con las contemplaciones propias de estos tiempos menos rudos que aquéllos, también hay que señalarles algunas pautas de comportamiento propias de una civilización distinta a la suya. Oran los musulmanes varias veces al día y antecede a sus rezos una completa ablución, saludable costumbre que al creyente le purifica el alma pero que, sobre todo, limpia el cuerpo a ojos y narices de los escépticos. Se trata de un hábito de origen místico, aunque de prosaico propósito higiénico que los dueños de las ventas, no obstante, deben restringir en sus servicios: «Queda terminantemente prohibido lavarse los pies en el lavabo», rezan carteles en francés y árabe. Hombre, con todos los respetos al Islam, no resulta agradable desaguar la vejiga y verse, al irse a lavar las manos, rodeado por una familia tetuaní frotándose los pinreles en posición acrobática. La convivencia entre culturas, eso de los cursis, es deseable siempre que no se invada la intimidad del prójimo con espectáculos así. El cochifrito, por otro lado, buenísimo.