Podemos

Podemos no presenta programa

La Razón
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Presentamos a los españoles una propuesta para un nuevo contrato social. Y es que en estos días en que los partidos políticos presentan sus programas para la próxima legislatura, quienes nos hemos embarcado en el reto del cambio pensamos que ya va siendo hora de que nuestra Carta Magna, ese contrato social entre iguales –los ciudadanos– que marca la pauta y los límites a los gestores de lo común– los políticos– se adecue un poco más a lo que los primeros desean. Si me apuran, para ponérselo más difícil a esos políticos que en estos últimos 37 años han creado mecanismos para pisotear el espíritu de la norma del 78, derruyéndolo con reformas inconsultas y no refrendadas. ¿O acaso nuestros mayores no votaron una norma en cuyo espíritu estaban los derechos sociales y la defensa de los servicios públicos? Yo soy de los que crecí al tiempo que crecía el sentimiento de traición a las expectativas creadas por el acuerdo del 78 entre mis padres y abuelos.

Es por esto que convencidos de que el 20D abrirá un periodo de reformas constitucionales –ya lo admite hasta el siempre inmovilista Rajoy– pedimos a los ciudadanos su confianza para evitar que las reformas constitucionales por venir puedan ser fraguadas en despachos de Berlín o en la trastienda de una multinacional entre sus propietarios y sus emisarios recién contratados. ¿Por qué sino el apresurado fichaje de la flamante miembro del PSOE Trinidad Jiménez o la Sra. Barcina, del PP, por la antes emblemática empresa de todos los españoles Telefónica, hoy privatizada?

Los ciudadanos debemos en primer lugar exigir que las reformas que vengan sean sometidas a referéndum de todos los españoles y en segundo lugar que apunten –algo que no sucederá si de los tres partidos del IBEX depende– a la inclusión de garantías constitucionales de aquellas cuestiones en las que existen amplísimos acuerdos entre los españoles.

Apuntamos al menos a cinco básicas, 1) la independencia de la justicia, modificando el método de elección de jueces, 2) la prohibición de las puertas giratorias, base del sistema corruptocrático, 3) la modernización de nuestra democracia, eliminando diputaciones provinciales, reformando el Senado y mejorando la proporcionalidad en la ley electoral, 4) el blindaje de los servicios públicos, ¿o es que una familia pagaría antes sus deudas que la comida, la educación o la salud de sus hijos? y 5) arbitrar mecanismos que permitan una solución política y democrática a la convivencia en un país plural y diverso.

Es por ello que las medidas de nuestro programa se enmarcan en la consolidación de estas garantías y tienen amplia inspiración andaluza.

He escrito en otras ocasiones que no habrá cambios en España sin Andalucía y que éstos vendrán de la mano de nuestra tierra. En lo que refiere al programa de Podemos se percibe dicha conexión en el abordaje de propuestas que atacan a la raíz de los problemas de Andalucía, precisamente a aquellos que aquí son más acuciantes.

En ese sentido, en una Andalucía que se destaca por ser incapaz de crear ni siquiera empleo precario (el paro se incrementó en Andalucía en 21.500 personas durante el tercer trimestre de 2015, con lo que la tasa de paro se situó en el 31,73 por ciento, según los datos de la Encuesta de Población Activa del INE), la recuperación de demanda agregada que permitirá restaurar el delicado tejido empresarial de nuestras pymes, que crean 7 de cada 10 empleos, es una prioridad de color verdiblanco. El sistema de garantías de renta –600 para aquellos que no cuentan con ningún ingreso, complemento hasta 900€ para los que cuentan con empleo a tiempo parcial y el aumento a 800€ del Salario Mínimo Interprofesional– supondrían una rápida redistribución de la riqueza en nuestra tierra y una rápida recuperación del poder adquisitivo de nuestras familias, revirtiendo directamente en el estímulo a la creación de empleo en aquellas pymes de las cuales son clientes: comercio, restauración, turismo, mercado alimentario, transporte, etc.

En lógica andaluza apuntamos también la necesidad de reequilibrar en beneficio de la gente la asignación de recursos públicos. Introducimos medidas para vacunarnos contra este fenómeno de las redes clientelares limitando los altos cargos de la administración. Confiamos en nuestros empleados públicos y por tanto no compartimos la necesidad de ubicar a decenas de cargos políticos en nuestra administración (si nos creyéramos el dato de la propia Junta de Andalucía, 238, tocarían a casi 20 por cada Consejería).

Mirando al campo andaluz proponemos clarificar la asignación del subsidio y la renta agraria, suprimiendo el requisito de los 35 jornales trabajados, un mecanismo que somete a los jornaleros y jornaleras al chantaje de redes clientelares, así como estudiar la posibilidad de introducir una tarifa eléctrica agrícola, que palie el gasto en este insumo básico a quienes apuestan por mecanismos eficientes de riego.

Hablando de energía, derogaremos el decreto que penaliza el autoconsumo. En una tierra modelada por el sol como la nuestra, resulta esencial la justa distribución de la producción de energía eléctrica, evitando el oligopolio de las eléctricas y favoreciendo la autonomía energética de familias y pymes

Finalmente pero no menos importante, para que Andalucía ocupe el lugar que merece en el futuro de nuestro país es imprescindible contar con una cámara de representación territorial que deje de ser un cementerio de elefantes –allí hibernaba Griñán– y reconozca el papel de la diversidad y la pluralidad en un país plurinacional como el nuestro.

En definitiva, un nuevo contrato social nacido de consensos de gente que piensa muy diferente y que estoy seguro también votó muy diferente en el pasado, pero que comparte cambios imprescindibles para que nuestro país deje atrás esta década perdida por la ausencia de referencias morales de nuestros «dirigentes» y la plaga consecuente de la corrupción y la ineficiencia y para que, con unos recuperados valores que nos son propios como Pueblo –el trabajo, la honestidad, el compromiso y la solidaridad– afrontemos con confianza una década que no sólo debe sino que necesitamos que sea ganada.