Gastronomía

Portugal comestible

No apto para remilgados, pero muy recomendable para quienes disfruten con la cocina rica y sin alharacas / FOTO: La Razón
No apto para remilgados, pero muy recomendable para quienes disfruten con la cocina rica y sin alharacas / FOTO: La Razónlarazon

La feligresía de Barao de Sao Miguel no es un paisaje algarvio al uso, en el sentido de que se encuentra relativamente lejos de esa costa atlántica que han invadido, por suerte para la maltrecha economía local, holandeses e ingleses: su verbena agosteña de acordeón y baile agarrado supuso toda una regresión a los veranos de la España interior antes del desarrollismo. La vecina Sagres, la ciudad fortificada por Enrique el Navegante contra las razias de los piratas berberiscos, sí se nutre algo más con el maná del turismo, pero el conocimiento de unos visitantes habituales aún permite almorzar en locales genuina y maravillosamente portugueses: pan rústico, aceitunas, paté de sardina y mantequilla para una espera geológica de platos sencillos, sabrosos y de abundancia pantagruélica. Bacalao a la brasa para los lusófilos pata negra, puerco macerado en pimentón para los carnívoros; agua Luso o Pedras –con o sin gas: la del grifo no es aconsejable–, cerveza Super Bock a mansalva, algunas jarras de vino verde a granel levemente burbujeante; babas de camello de postre y una bica de exquisito café Delta. No llegó la cuenta a doce euros por cabeza, un precio que solo es posible ajustar así si se prescinde de la mantelería, los cubiertos son de acero inoxidable, la decoración se reduce a motivos futbolísticos –más un televisor tronando a todo volumen y una extemporánea Virgen de Fátima de plástico– y el comedor es desmontable, pues un karaoke ocupa su lugar en cuanto se levanta el servicio de la cena. No apto para remilgados, pero muy recomendable para quienes disfruten con la cocina rica y sin alharacas. Solo por tratar con el camarero, camiseta de tirantes y pelambrera descomunal colgándole de los hombros, ya merecería la pena haber ido. Pero es que, además, los tíos bordan la comida.