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Revolucionario sin babas

La Razón
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Pocos han sabido lucir el legado enciclopedista como lo ha hecho Antonio García-Trevijano. El pensador granadino, que ha empezado a sentir leve la tierra a la provecta edad de 90 años, lo ha sido todo en el conocimiento racional y en su aplicación cotidiana, aunque su pensamiento siempre tuvo más que ver con las musas que con las prosas. El Derecho, la Historia, la Filosofía y la Política han sido cuestiones en las que Trevijano, sin pretenderlo, ha difuminado la semilla del saber entre sus coetáneos. Los que tenemos una cierta edad lo admirábamos frente a la única televisión de entonces cuando figuraba como excelso invitado en el programa de José Luis Balbín. Era ese irrenunciable carácter libre, libérrimo, propio de heterodoxo que tan cerca estuvo de alienígenas como Salvador Dalí o, en tiempos recientes, de Morante de la Puebla, lo que provocó la admiración de los niños de entonces. La rareza al poder y el dandismo al vivir. Trevijano ha muerto confiando en que sus enseñanzas germinen un siglo después. Siempre fue un adelantado a su época. Su espíritu republicano estuvo más vinculado al liberalismo anglosajón y al cartesianismo centroeuropeo que al odio sovietizante de muchos que atacan hoy a la Corona en la España de las autonomías. Y ha muerto con las botas puestas, diciendo lo que pensaba y pensando lo que decía, que no es poco. En su herencia, aparte de liderar en los últimos años el Movimiento Ciudadano por la República Constitucional, quedó registrado su asesoramiento a la Guinea Ecuatorial independiente. Ahora que se habla de un rebrote del movimiento reivindicativo del 15-M, aquel que procuró el lanzamiento de monigotes como Pablo Iglesias, cabe ensalzar el perfil de un revolucionario de verdad, un valiente sin babas ni compasiones.