Música
Ruibal para todos
Si algún sentido tiene que la política, consejería o ministerio mediante, ponga sus sucias manos sobre la Cultura, con C mayúscula, es que resalte a artistas como los distinguidos por el Premio Nacional de las Músicas Actuales, una de las sanas ocurrencias de la era Zapatero y cuyo último galardonado, el portuense Javier Ruibal, asegura que reúne en su palmarés a quienes «componen con vocación de hacer música sin expectativas triunfalistas». Dicen Les Luthiers en uno de sus números: «El elegido debe ser un compositor de calidad, un músico de éxito». «Sí, una cosa o la otra». Los nueve ganadores (Serrat, Santi Auserón, Martirio, Kiko Veneno, Luz Casal...), en efecto, conforman un repaso ecléctico de la mejor música española de las últimas décadas sin que pueda decirse que sus discos se vendan hoy en día por millones ni que a estas alturas llenen estadios. Soñó tal vez Ruibal con ello cuando era compañero de correrías de Joaquín Sabina, que vendió su alma y a su amigo Javier Krahe al diablo a cambio de salir en la entonces monopolística TVE, pero hace mucho que aprendió a ser feliz con sus recitales para exquisitas minorías. Su peripecia con el himno del centenario del Cádiz CF, en 2010, resume su carrera: compuso un pasodoble desternillante y pegadizo, pero también lírico y sensible... que fue descartado para elegir unos gorgoritos de Andy & Lucas con, para colmo, compases muy parecidos a los de otra exitosa canción futbolera. «Enhorabuena a los premiados», despachó con elegancia el cantautor la pregunta del entrevistador en busca de titular y firmante de esta columna. La percepción del arte está ligada a momentos concretos en la vida del espectador, o sea, y da la casualidad que la felicidad siempre ha rondado por la estancia en la que sonaba Ruibal.
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