Política

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Sed de venganza

“La gran fuerza motriz de la hégira «sanchista» es el rencor, una furiosa ansia de revancha que anidó en su ser cuando los barones y las fuerzas vivas del PSOE lo escabecharon”

Susana Díaz y Pedro Sánchez, entre otros destacados socialistas / Foto: Ke-Imagen
Susana Díaz y Pedro Sánchez, entre otros destacados socialistas / Foto: Ke-Imagenlarazon

“La gran fuerza motriz de la hégira «sanchista» es el rencor, una furiosa ansia de revancha que anidó en su ser cuando los barones y las fuerzas vivas del PSOE lo escabecharon”

Susana Díaz, pese a la escasa curiosidad, o quién sabe si alergia, que le provoca la letra impresa, habrá logrado que alguien le resuma «Manual de resistencia», el libro que Pedro Sánchez tampoco escribió. Aunque sea de viva voz, quizá, le han contado el único capítulo realmente enjundioso del opúsculo, aquél en el que la autora (Irene Lozano) revela que la gran fuerza motriz de la hégira «sanchista» es el rencor, una furiosa ansia de revancha que anidó en su ser cuando los barones y las fuerzas vivas del PSOE lo escabecharon por su empecinamiento en el «no es no». El ariete de aquella conspiración fue la entonces presidenta de la Junta, malquerida primero por los militantes que le vedaron su acceso a la secretaría general, que ella reclamaba bajo palio pero se topó con el maldito invento de las primarias, y después por los andaluces que la expulsaron de la ciudadela de San Telmo. En cinco meses, dos elecciones: con Díaz como candidata, mayoría absoluta del centro-derecha; con Sánchez como cabeza de cartel, han arrasado los socialistas. A la vuelta de las municipales, cuando los candidatos del susanismo se estrellen contra la escasa incidencia de la Ley D’Hont en pugnas de circunscripción única, María Jesús Montero exhibirá en la escalinata de la sede de San Vicente la cabellera de su antigua jefa. Porque Pedro Sánchez es un personaje de probada amoralidad, capaz de virar su postura en cualquier asunto si conviene a sus intereses personales (veremos a la Acorazada Brunete en orden de combate por Las Ramblas si termina pactando con Ciudadanos), excepto un punto en el que resulta por completo previsible: jamás deja pasar una ocasión de reventar a quien considera que lo agraviado. En esa insaciable sed de venganza reside su enorme fuerza. Sería, si se dejase, carne de psicoanálisis.