Andalucía

Spiriman en la trituradora

La Razón
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Así habló Spiriman, que no anunció la muerte de Dios como el Zaratustra de Nietzsche pero que nos abrió los ojos sobre la putrefacción de la Junta de Andalucía, administración totalitaria y deísta sin la cual no es concebible la vida en el territorio que administra: «2.300 gilipollas quieren inhabilitarme». Dicho y hecho: el Colegio de Médicos de Granada ha resuelto castigar con la «suspensión por treinta días del ejercicio profesional» al doctor Jesús Candel, cuya familia numerosa vive del salario que estos burócratas le sisan durante un mes, aun sabiendo que su lucha, quizá trufada de excesos verbales, está guiada por la razón. Ni siquiera las asociaciones profesionales, quizás ésas menos que nadie, se sustraen del control soviético-siciliano del pulpo juntero, ese monstruo con un millón de brazos. ¿Por qué lo mejores médicos, pese a su indudable vocación, huyen hacia el sector privado en cuanto pueden? Trabajar en un hospital del SAS es desempeñar una labor maravillosa y loable, sí, pero hacerlo como engranaje de una repugnante máquina intervencionista que contamina políticamente la tarea hasta la misma frontera de la intromisión. Casi todos los resortes están dominados por comisarios del régimen, incluidos esos sindicatos –con las excepciones honrosas por todos conocidas– que amarillean sin remedio si es que ya no son todos color banana. Por no hablar de unos puestos de dirección para cuyo acceso es cien veces más útil el sectarismo perruno que la capacidad profesional, y desde donde se cercena la carrera del discrepante o simplemente de quien no se aviene a ejercer de agente sanitario-propagandístico de la consejería de ramo. Spiriman deberá recurrir a la caridad para subsistir mientras dure su castigo, escarmiento ejemplar para los que se planteen protestar.