Literatura

Andalucía

Tiempo de poetas, tiempo de recuerdos

Los hermanos Machado / Foto: La Razón
Los hermanos Machado / Foto: La Razónlarazon

Hoy, en el 80 aniversario de la muerte de Antonio Machado en Colliure (Francia), comienza en esta misma localidad el rodaje del documental biográfico «Los días azules», que Laura Hojman va a dedicar al insigne poeta. Sevillana de ascendencia argentina, Hojman debutó como directora, tras una prolífica etapa como guionista, con «Tierras solares», documental sobre el trascendental paso de Rubén Darío por Andalucía. Con estos dos trabajos confirma su gusto por la literatura y, más concretamente, la poesía, no tan habitual en el cine andaluz a pesar de algunos intentos aislados, como el de Luis Mamerto López-Tapia, que dirigió hace algo más de 40 años el cortometraje documental «Soria y Antonio Machado» para la histórica productora andaluza Mino Films.

Tras rodar en Colliure, Laura Hojman se desplazará a las principales localidades que marcaron al autor de «Soledades»: Sevilla, Madrid, Soria, Baeza, Segovia y Barcelona. En muchas de estas ciudades se conservan destacados lugares «machadianos», lo que propicia la realización de una ruta para seguir sus pasos; solo en Castilla, cuyos paisajes le impresionaron tanto, hay dos ciudades en las que está perenne la huella del poeta y que aparecen vinculadas a las dos mujeres de su vida. Soria no sólo alberga la tumba de su amada Leonor Izquierdo, fallecida a los 18 años, apenas tres después de la boda, sino el hermosísimo paseo de olmos y chopos en la ribera del Duero; resulta fácil imaginar al poeta y la joven Leonor caminando en este romántico lugar junto a las tranquilas aguas del río a su paso por la capital soriana. Guiomar, tal como Machado llamaba a su amante Pilar de Valderrama, da nombre a la estación de Ave de Segovia. En esta ciudad puede visitarse la pensión en la que se alojó, cuando llegó hace casi un siglo como catedrático de francés y donde estuvo hasta el otoño de 1931; vivió, por tanto, la proclamación de la II República y precisamente fue requerido para ser uno de los que izara la bandera tricolor en el Ayuntamiento.

Coincidiendo con esta efemérides, mañana abrirá al público la magna exposición «Los Machado vuelven a Sevilla». Será, asimismo, la presentación en sociedad del Centro Fundación Unicaja de Sevilla, llamado a ser un nuevo dinamizador de actividades culturales en la capital. Con la apertura de este centro, la Fundación Unicaja da un importante paso para consolidarse, esta es su pretensión, como la primera entidad de carácter social y privada en Andalucía.

Gracias a esta exposición, con entrada libre y abierta hasta el 24 de mayo, se podrá ver una amplísima colección de manuscritos formada por composiciones poéticas inéditas, textos originales de sus obras, diversas cartas y los cuadernos profesionales de Antonio Machado sobre historia, literatura, francés y aritmética. Gran parte de estos fondos se nutren del legado adquirido a sus herederos por la Fundación en mayo del año pasado, así como el obtenido en subasta pública en 2003.

La imagen de un Antonio Machado abatido física y emocionalmente en Colliure aparece en el excelente libro «Yo pude salvar a Lorca», del periodista Víctor Amela. Se trata de una novela plagada de personajes y hechos reales: el abuelo materno del autor, Manuel Bonilla, se crió en la Alpujarra, donde se ganaba la vida desde muy niño como pastor y labrador. A pesar este contexto tan diferente, fue amigo de Luis Rosales, el poeta que albergó a Lorca en los terroríficos días posteriores al alzamiento militar y previos al fusilamiento del poeta. También la familia paterna de Victor Amela tiene una notable presencia en la novela a través de la figura de su tío Josep, reclutado durante la Guerra Civil en la denominada «quinta del biberón» por la extrema juventud de sus integrantes, para combatir en la Batalla del Ebro, en la que cayó herido. El hecho de que su abuelo y su tío coincidieran, en plena postguerra, en el penal del Puerto de Santa María, uno como preso y el otro como carcelero, sirve de perfecta excusa a Víctor Amela para construir una novela con la Guerra Civil y la Dictadura de Franco de fondo, exenta de sectarismos. La mirada de este periodista catalán es limpia y honesta; denuncia execrables crímenes cometidos por ambos bandos y evita el fácil maniqueismo de idealizar a unos y criminalizar a otros en función de contra quien combatieran. Hay mucho humanismo en sus palabras, especialmente en lo concerniente al drama vivido por gran parte de la familia Rosales, como el buen amigo del autor de «Yerma», Luis, que estuvo a punto de ser fusilado por haberle dado refugio. «Yo pude salvar a Lorca» transmite una honda emoción, tanto en la parte más personal, cuando se adentra en determinados episodios vividos por sus seres más queridos (el conmovedor instante de amor íntimo entre padre e hija, que marcó a la madre de Víctor Amela, Ana Bonilla, por entonces la niña Anita), como en todo lo que escribe sobre el poeta granadino y la influencia ejercida por su poesías, diseminadas muchas de ellas a lo largo de la novela. Aunque este libro es ideal para cualquier lector, que lo leerá con avidez, lo disfrutarán aún más los aficionados a la obra de Lorca tal como sucederá con los amantes a los versos de los Machado, que tienen desde mañana una ineludible cita en una gran exposición y que en unos meses podrán disfrutar del documental «Los días azules».