Música

Sevilla

«Tres días seguidos de cultura a palo seco cansan»

Fran G. Matute, crítico y promotor de “Bookstock”, analiza el festival dedicado a la música y a la literatura que acaba de concluir

El equipo del festival posa en las instalaciones del Cicus, en Sevilla, con Fran G. Matute en primer término / Foto: Manuel Olmedo
El equipo del festival posa en las instalaciones del Cicus, en Sevilla, con Fran G. Matute en primer término / Foto: Manuel Olmedolarazon

El festival que ha organizado el pasado fin de semana en Sevilla, Bookstock, remite fonéticamente al mítico festival hippie. ¿Unir música en directo y libros en un mismo espacio es contracultura?

–Le diría que cualquier iniciativa cultural que se salga un poco de la oficialista es contracultura. El espíritu que pueda coger del Woodstock del 69 –obviamente hemos hecho un juego de palabras– es la música, pero sobre todo hay libros. La primera edición fueron tres días, como aquel, pero fueron una paliza, y eso también pasó en Woodstock, que acabó la gente reventada.

–Por razones distintas, espero...

–Bueno, digamos que tres días seguidos de cultura a palo seco cansan. Es como una feria del libro independiente donde hemos querido que estén presentes las editoriales independientes más interesantes de España.

–¿El hecho de que haya superado su tercera edición es por el público o el por apoyo institucional?

–El éxito es el público, si la gente no viene da igual el apoyo institucional. También le digo que ese apoyo es relativo, nos gustaría que hubiera uno verdadero. Se sostiene gracias al Cicus –de la Universidad de Sevilla– y a la revista Jot Down; el Ayuntamiento apoya vía subvenciones, que todavía no están concretadas.

-¿Habría una «fórmula Netflix» para el libro?

-Buena pregunta... Como gestor cultural creo que si los entes públicos no organizaran actos que en su 99% son gratuitos pasarían muy pocas cosas. Tiene que ver, en el caso de Andalucía, con que se ha creado una política del «todo gratis», tutelando demasiado la cultura.

–¿Se imagina que se agotaran las entradas para ir a presentaciones de libros de grandes autores?

–Pues se agotarían. El problema es poner un precio asequible. El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona cobra para entrar a las charlas. Para nosotros, la música es el gran atrayente de público. Lo que me llama la atención es cómo habiendo un público muy fiel a la música independiente, no lo hay para un escenario paralelo con muchas similitudes como la edición independiente.

–¿Puede ser por el coste?

–Tiene que ver sin duda con el coste, en la medida en que des un concierto gratis. Aunque si una entrada vale 15 euros, el libro vale lo mismo y lo tienes toda la vida. Hay una iniciativa que nos gustaría algún día hacer, copiada del director de la Feria del Libro de Granada, Nani Castañeda –batería de «Niños mutantes»–. Es brillante: por cada compra de libro regalan una entrada para el concierto de la noche.

–¿Cree que la diversidad de editoriales independientes se sostendrá?

–El problema no es tanto la diversidad como el volumen. Estas pequeñas editoriales sacan al año con suerte diez libros; los grandes sellos sacan setenta títulos. Que haya muchas es buenísimo porque cada una se dedica a una cosa diferente: unas rescatan libros que se habían quedado perdidos en el tiempo; otras buscan autores jóvenes y apuestan por ellos...

–El rescate de autores estaba abandonado hasta hace no tanto. Gracias a eso, se han recuperado nombres como Chaves Nogales o Lucia Berlin.

–Totalmente. Hay dos tipos de rescate: el de grandes nombres que la historia olvidó, son correcciones a la apisonadora de la historia, y libros que nunca se habían traducido en España. Es un rescate absolutamente fundamental y solo lo pueden hacer las editoriales pequeñas porque las grandes están en otro mundo.

–Como crítico literario, ¿piensa que hay necesidad de machacar un libro o es mejor contar uno que haya gustado y acerque al lector?

–Yo estoy a favor de que se publiquen críticas negativas cuando hace falta, no a lo mejor a un autor novel. Si alguien consagrado de repente no da pie con bola, hay que decirlo. No se puede hacer una crítica aséptica, pero yo criticaría más a los críticos que son excesivos alabando, para los que todo es una obra maestra. Eso me parece más pernicioso. Y en internet solo vende la crítica negativa, he dejado de hacerla por eso.

–¿Qué hace si no le gusta un libro?

–Me los leo todos, habré dejado en mi vida cinco. Siempre pienso que se va a arreglar en las últimas diez páginas... tiene algo que ver la culpa judeo-cristiana seguro. Para reseñarlo, si no me gusta no lo hago. Además si a los suplementos le envías una crítica negativa es raro que la saquen.

–¿Algún título para apuntar?

–Dos que he leído hace poco y que son brutales: «Lincoln en el Bardo», de Georges Saunder, que es casi una obra maestra; y una reedición: «Poética para acosadores», de Stanley Elkin.

–¿Está de acuerdo con quienes opinan que es mejor no leer una obra si no puedes hacerlo en el idioma original?

–Tiene sentido. La verdad es que las traducciones están muy bien, aunque creo que los libros no son traducibles. La historia sí, la forma de escribir... pero ese elemento mágico que llamaríamos literatura no es traducible.

–¿Debería ponerse a los traductores como coautores?

–Por supuesto. Hasta hace muy poco, su nombre estaba sumergido en una pequeña nota. Creo que el traductor es en gran medida el autor de un libro.