Conciertos

Un arcángel en la noche de Sevilla

La Razón
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El sábado pasado lo tenía señalizado: «Ojo, concierto de Arcángel». Así que a media tarde aparqué en el Alfonso XIII, único lugar en el centro de Sevilla que un sábado encuentras libre. El aire estaba denso, con olor a castañas asadas, y el día por fin tenía la temperatura adecuada para que apetezcan. La avenida tenía ambiente de día grande, gente de bulla de Semana Santa, de días navideños, de salida extraordinaria... Sé que hay muchos que abominan de estos gentíos, pero a mí de vez en cuando me encantan. También sé que otros dirán que es todo cosa de los mercaderes –ya saben, el «Black Friday»–, pero bueno, en los mercados, a través de la historia se ha forjado lo malo, y también lo bueno de la vida. Con decirles que las calles estaban llenas de bandas que tocaban grandes marchas... Esto todavía daban más sentido a un día especial. Un tiempo para mi Cristo de la Expiración y mi Virgen de las Aguas. ¡Madre, cuánta belleza en tu luto! Salí a la Plaza del Museo con la alegría del Lunes Santo y así llegué al Teatro de la Maestranza. En su escenario, Arcángel ofreció un verdadero derroche de arte, pero del que hay que administrar en los grandes escenarios. Su espectáculo es un homenaje a los clásicos contemporáneos del género, según sus propias palabras. A fe que lo consigue. Oír temas emblemáticos de Camarón, Morente, Lole y Manuel o Diego Carrasco cantados desde la enorme personalidad y gusto exquisito de Arcángel convierte el concierto en un milagro. Siempre medido y nunca un garganteo buscando el aplauso fácil. Como además se acompaña con auténticos artistas, lo que estás oyendo es un gran regalo. Miguel Ángel Cortés y Dani de Morón a la guitarra demostraron que en España hay muchos maestros; los Mellis y Macarena de la Torre son más que un coro o unos palmeros; Agustín Diassera es un creador de sonidos en la percusión; y al bajo, Pedro Vinagre, otro que está tocado por el compás. Con este cóctel irresistible, el público, puesto en pie, aclamó al cantaor y a sus acompañantes. El regalo no pudo ser más bello. Sin micrófonos, sin acompañamiento, Arcángel cantó una tanda de fandangos, entre ellos algunos de los mejores que he oído en mi larga vida.