Maracena

Un autoaplauso y once muertas

Andalucía encabeza la negra estadística de muertes por violencia de género en 2018 y esta semana ha reforzado su liderazgo con un asesinato en Maracena y otro en Torrox. El abundamiento en una estadística pertinaz e insoportable es un vano ejercicio de masoquismo, porque ninguna administración –del color que sea, aunque aquí llevamos medio siglo de gobierno monocromo– se plantea virar el rumbo de una política que ha demostrado su escasa eficacia en casi tres lustros de vigencia. En su primer semestre de mandato, dedicado íntegramente a la propaganda, Zapatero aprobó esa monstruosidad denominada «Ley integral contra la violencia de género» (LO 1/2004, publicada en el BOE sarcásticamente el Día de los Inocentes) que ningún diputado se atrevió a contrariar con su voto y que el PP no se ha atrevido a derogar pese a la cómoda mayoría absoluta que le fue concedida en la penúltima legislatura para, entre otras cosas, desfacer los entuertos zapatéticos. Y así nos vemos llorando por la undécima muerta de un año... que arrancó con la ovación con la que la cámara autonómica se premió a sí misma por incidir en la línea legisladora que nos tiene donde nos tiene: mostraban, tal vez, sus señorías la dicha que les provoca el reparto indiscriminado de dinero al lobby mujeril o la minuciosa idiotización de nuestros educandos al recibir mensajes de un sectarismo pestilente. En los años noventa, eran frecuentes las detenciones de pirómanos cuya motivación era que no decayese el libramiento de fondos para la lucha contra los incendios forestales: le metían fuego al monte porque así los contrataban para apagarlos. El feliz día en el que la violencia doméstica se convierta en un fenómeno residual, mucha gente tendrá que buscarse un trabajo. Alguien tiene que decir estas cositas tan desagradables.