Burgos

El proyecto Rubare alivia, desde Burgos, las penurias del Congo

Esta iniciativa humanitaria lucha contra la malnutrición infantil y por la dignidad de las mujeres de esta zona castigada del centro de África

Promoción de niños de Rubare en la Escuela Materna construída por el proyecto que pasarán a la de Primaria para continuar con su formación y aprendizaje
Promoción de niños de Rubare en la Escuela Materna construída por el proyecto que pasarán a la de Primaria para continuar con su formación y aprendizajelarazon

Rubare es una pequeña aldea enclavada en la zona de los Grandes Lagos y la cadena montañosa del Gran Rift Valley, en la República Democrática del Congo, que limita con Uganda y Rwanda. En esta región el poder de las armas prevalece por los permanentes conflictos abiertos por controlar las minas de minerales tan codiciados como el coltán y el oro.

Allí, el hambre se abre paso entre la pobreza, los cientos de mujeres violadas por las diferentes milicias y los miles de niños sin escolarización.

En estas circunstancias llegó a la zona el Instituto de Religiosas de San José de Gerona (IRSJG), entre las que se encontraba una burgalesa, María Presentación López, quien, tras perder las dos piernas, decidió poner el foco de atención en este territorio para ayudar a sus habitantes a mejorar su calidad de vida.

Así surge el Proyecto Rubare, a cuyo frente se encuentra Tomás Martínez, quien atiende a LA RAZÓN para explicar las iniciativas puestas en marcha y lo que han supuesto para las mujeres y niños atendidos.

Con uno de los índices de violaciones más altos del mundo, son muchas las mujeres «repudiadas» por sus familias que se «ven en la calle con uno o varios hijos a su cargo», explica Tomás.

Para ellas, el Proyecto Rubare creó la Cooperativa Cofevuru, en la actualidad con más de 200 mujeres participantes, «siempre con el esfuerzo de las monjas que son las que hacen el 80 por ciento del trabajo», recalca Rodríguez. Esta entidad busca el empoderamiento de estas personas a través del cultivo, que les permite alimentar a sus familias, y la elaboración de jabón, que venden en el mercado.

Azúcar y pan para crear riqueza

Sin embargo, el Proyecto quiso ir más allá y seguir generando riqueza, por lo que construyeron una fábrica de azúcar de caña, «La sucrerie» que, aunque empezó con problemas, al final se pudo poner en marcha hace tres años y ahora más de 200 pequeños agricultores venden la caña a la cooperativa a un precio justo.

La siguiente propuesta fue la creación de una panadería hace dos años en la que se elabora pan a partir de maiz y trigo e incluso pasteles con carne y verduras que, según Tomás Rodríguez, «han ayudado mucho a acabar con la malnutrición pues es un alimento muy barato. Asimismo, lo que intentamos es crear puestos de trabajo en la población cercana y dar prosperidad a este territorio».

Además, para ayudar a la multitud de niños que se encuentran en la calle, se creó la Escuela Materna con la que pretenden «dar una comida diaria a todos los niños (la mayoría desnutridos) de 3 a 6 años, ofrecerles educación, ropa y calzado, atención sanitaria básica y el cariño de nuestras Misioneras de San José de Gerona», detalla Tomás.

A ella le siguió una escuela de primaria hasta los 12 años, ya que «cuando salían de la materna a los seis se les perdía el rastro». Por ello, con los beneficios de las fábricas se pagan las tasas educativas de muchos de los pequeños. «La cuestión no es hacer, es mantener», sostiene el responsable de la entidad.

«Ahora estamos montando una granja de cerdos para alimentar a las escuelas y vender productos o poner placas solares para que la electricidad que se usa en las factorías sea más barata», explica.

Sin embargo, sin «las misioneras, que son quienes están día a día no saldría adelante ninguno de los proyectos», insiste Tomás, quien también agradece las ayudas recibidas por la Caixa, que les ha permitido crear una escuela para mayores donde se alfabetiza a las mujeres de Cofevuru, y las pertenecientes a la Junta, que suponen el envío de comida (alubias, leche, maiz) y medicamentos (contra el Sida y la malnutrición) a un campamento de refugiados cercano (Kiguanja) y, gracias a la última, recibida hace unos días, la construcción de viviendas en Rubare con servicios higiénicos y lavandería.

«Si África levanta algún día, será por las mujeres, que son quienes sostienen este continente», sentencia Rodríguez.