Barcelona
Carles Santos, In Memoriam
El Teatre Lliure acoge un gran homenaje al icónico artista, fallecido el pasado 4 de diciembre, en un montaje que contará con nombres como Frederic Amat, Cabo San Roque, Cesc Gelabert o Sol Picó
Delia de Luca era muy jovencita cuando, al salir de sus clases de piano, corría a la puerta de entrada de la Academia Internacional Magda Tagliaferro para ver si podía escuchar a la célebre pianista.
Delia de Luca era muy jovencita cuando, al salir de sus clases de piano, corría a la puerta de entrada de la Academia Internacional Magda Tagliaferro para ver si podía escuchar a la célebre pianista. Tagliaferro era una mujer que imponía, de pose solemne, pelo corto y mirada dura. Sin embargo, si la mirabas a los dedos, podías ver una especie de aura que lo intoxicaba todo, dándole intensidad y belleza. Solía salir cada tarde por las ocho, pero muchas veces no aparecía por allí, inmersa en alguna de sus giras o conciertos. Dalia sobre todo recuerda una noche de 1958, cuando la vio salir con un extraño hombre, joven, de aspecto alocado, pero de gran contención, como si fuese una bomba a punto de estallar.
Al verlos, sin saber por qué, Delia se escondió tras una escalinata y empezó a escuchar a aquella extraña pareja. Los dos permanecían quietos en medio de la calle, sin moverse. Tagliaferro empezó a hablar. Delia no la entendía, pero parecía que estuviese improvisando al piano y le estuviese gustando, porque no paraba y cada vez iba más rápido. Al menos parecía escucharse con tanto deleite como si estuviese en alguno de sus conciertos. Delia cerró los ojos y así lo sintió, como si estuviese viendo el primer concierto de piano sin piano.
Mientras, aquel hombre parecía escuchar de forma pasiva, aunque con una mueca de disgusto. «Santos, qué te ocurre», dijo al final la pianista. El joven no contestó, se sacó su gorro, lo puso en el bolsillo de su largo abrigo, y dijo que no volvería a ninguna de sus clases. A Delia se le escapó un suspiro de sorpresa, ¿cómo podía alguien rechazar las clases de aquella gran mujer? Tagliaferro, sin embargo, no le importó. «Lo sé», dijo y se marchó. Delia iba a seguirla cuando se dio cuenta de que era una tontería. ¿Para qué? Cuando pensó en seguir a aquel hombre, le dio un ataque de risa y se fue a casa a practicar con el piano, que es lo que le tocaba.
Dos décadas después, viviendo como periodista en Barcelona, quedó una mañana con un pianista llamado Carles Santos para entrevistarlo. Habían quedado en un bar de Gràcia, pero ella no parecía reconocerlo. Cuando vio a un hombre de aspecto alocado, pero de gran contención, sacarse su gorro y colocárselo en el bolsillo del abrigo, recordó al misterioso hombre que había puesto caras a la gran Magda Tagliaferro. «¡Era él!», exclamó para sus adentros.
Sentado frente a su Cacaolat, Santos se mostró en todo momento cortés, aunque algo irónico. En un momento de la charla, el músico le contó su famosa anécdota con Joan Brossa. Poco después de conocerse, quedaron para que le tocara el piano por primera vez. Santos eligió una Sonata de Beethoven, pero cuando acabó, sólo se encontró con un interrogante, «¿y ahora qué?». Lo que quería decir Brossa es que tenía que ir más allá del recital, tenía que buscar su propia expresión añadiendo algo más. Así se modearon después sus espectáculos, dijo.
«Mentira», gritó Delia y le recordó aquella noche en París, en la salida de la Academia Internacional Magda Tagliaferro, en que la gran maestra le habló y habló y habló como si fuera un recital de piano sin piano. Santos no recordaba aquella noche, aunque sí era cierto que había estudiado en aquella academia. «Bueno, quizá era otro», le dijo Delia para que dejara de pensar en ello, porque se le veía intrigado y ya no hablaba con tanto énfasis. A la siguiente mañana, después de despertarse y tocar Bach durante una hora, Santos miró una foto de aquella época y pensó en Tagliaferro. De repente sí recordó a la extraña niña que siempre estaba sola a la salida de la Academia. Quizá Tagliaferro sí había tenido influencia en él como Brossa, pero no, no.
El 4 de diciembre pasado moría el creador y pianista Carles Santos, una figura imprescindible de las artes escénicas de las últimas cuatro décadas, un genio en toda la genuina definición de la palabra, y cuyo recuerdo perdura con fuerza no solo en Delia de Luca, por supuesto, sino en mucho amantes del teatro. Un total de 43 artistas que colaboraron con Carles Santos, por ejemplo, le rendirán un sentido homenaje el 13 de enero en el Lliure con un espectáculo que incluirá fragmentos de sus obras y será «como una fiesta sorpresa que le dedica su gran familia», dice Lluís Pasqual, director del Lliure.
Frederic Amat, Inés Boza, Cabo San Roque, Pep Cortés, Agustí Fernández, Cesc Gelabert, Mónica López, Àngels Margarit, Lulú Martorell, Josep Maria Mestres, Francesc Orella y Sol Picó son algunos de los artistas que subirán al escenario para recordar «al artista más libre de todos». El espectáculo se basará en aquellas famosas palabras que le dijera Brossa al maestro, «ya sabes tocar el piano, ¿y ahora qué?». Coordinado y dirigido por Montse Colomé y Anna Llopart, dos de sus colaboradoras, el montaje se ha creado como un diálogo a 43 bandas con los artistas que subirán al escenario. «Hemos elegido los fragmentos que recuperaremos con la idea de hacer un recorrido por toda su obra, pero no de una manera exhaustiva o racional, sino dejándonos llevar por los recuerdos y el instinto», dijo Llopart.
De esta forma, se podrán ver obras de su primera época como «Té Xina la fina petxina de Xina?» (1984), y de la última, como «Patetisme il·lustrat» (2015), así como clásicos como «La pantera imperial» o «El compositor, la cantant, el cuiner i la pecadora». «No es una iniciativa sólo del Lliure, sino de mucha gente, porque en cuanto murió Santos los teléfonos empezaron a sonar. Todos querían hacer algo», sentenció Pasqual, quien recordó que «es importante que la energía creativa de gente como Carles Santos siga viva en los teatros porque ésa es su función».
El espectáculo contará con todos sus fetiches, como los zapatos de tacón, el contacto físico entre músicos y bailarines o elo enfrentamiento entre actores y cantantes. También aparecerán dos grandes pianistas, pero para no tocar el piano, siendo el humor una de las claves del montaje como lo fue de toda la obra de Santos. Quien no faltará seguro es Delia de Luca, que todavía recuerda a aquella fascinante figura.
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