Barcelona

Colau, alcaldesa y lo que haga falta

La dirigente de BComú ha convertido en una práctica habitual posicionarse sobre cuestiones que no son de su competencia

Colau gobierna en minoría y tiene que pactar con la izquierda para sacar adelante la gestión municipal
Colau gobierna en minoría y tiene que pactar con la izquierda para sacar adelante la gestión municipallarazon

Convertida en la nueva baronesa de la izquierda catalana, Colau ha alimentado su tirón a fuerza de gestos. Como el de ir a parar un desahucio en Sant Andreu el día que estrenó mandato o el de encerrarse con los trabajadores de Movistar para hacer visible la protesta. Quizá el más significativo fue el de abanderar la acogida de refugiados a través del programa de «ciudades-refugio» que planteó a través de Facebook. «Aunque se trata de un tema de competencia estatal y europea, desde Barcelona haremos todo lo que podamos para participar en la acogida», escribió la alcaldesa. Dicho y hecho, se puso manos a la obra. Congregó en la capital catalana a los alcaldes podemitas que decidieron sumarse a la iniciativa, viajó hasta Alemania para «conocer sus experiencias en la recepción de refugiados» y finalmente elaboró un plan de acogida que pretendía, entre otras cosas, crear un registro de familias que quisieran acoger a alguna de estas personas en sus domicilios.

Finalmente todo quedó en agua de borrajas porque los Ayuntamientos no tienen competencia en este tipo de asuntos, tal y como dejó patente ella misma en su post. La Generalitat enmendó casi por completo su plan y le advirtió que «gestionar la llegada y la identificación de los refugiados corresponde al Estado español y la acogida, a las comunidades autónomas».

Lo cierto es que a la ex activista se le ha criticado en innumerables ocasiones estar más preocupada por hacer política que por la gestión muncipal. Solo gobierna con 11 concejales, lo que le obliga a pactar con unos y con otros para sacar adelante medidas de gobierno, que a menudo se han visto truncadas por la falta de apoyos. Su incapacidad para firmar un acuerdo de gobierno estable con las fuerzas de izquierdas ha provocado que los Presupuestos de 2016 estén todavía en «stand by», que no haya una nueva ordenanza de terrazas y que su proyecto estrella de conectar el tranvía por la Diagonal en 2017 tenga más sombras que luces.

Liderazgo férreo

Pero nada de lo anterior le ha impedido ejercer de líder, tanto dentro como fuera de su partido. Lo demostró tomando las riendas de la negociación con los sindicatos de TMB, si bien acabó siendo su primer gran fracaso y el que acabó con su aura de activista.

Quiza porque tiene las manos atadas en el Consistorio, Colau se afana en proyectar su figura más allá de él. La última de la alcaldesa ha sido querer intervenir sobre el modelo sanitario en Cataluña y sobre el precio de los alquileres. Para ello instó al Estado y a la Generalitat a poner un coto al precio de las viviendas arrendadas en las zonas con más demanda. El Govern, una vez más tumbó la medida. Pero lo hizo sin demasiado ruido, consciente de que Colau es ahora su banquera de emergencia y la que ha permitido financiar la línea 10 de Metro con el superávit del Consistorio.

Puede que a Ada Colau el ejercer de alcaldesa se le quede corto. De hecho hay quienes defienden que ahora centra todos sus esfuerzos en preparar su salto a la Generalitat liderando una candidatura que aglutine a todas las fuerzas de izquierdas no independentistas: Iniciativa, Esquerra Unida, el ala metropolitana de la CUP e,incluso, el PSOE.

En todo caso no sería de extrañar dado el éxito del «efecto Colau» en las anteriores elecciones generales. En aquella ocasión, decidió impulsar una formación de confluencias de izquierdas distinta a la que se presentó en lo comicios catalanes , Catalunya Sí que es Pot , con la que optó por no hacer campaña y que tan pobres resultados obtuvo, a penas 11 escaños.

Su estrategia consistió en colocar como cabeza de lista a uno de sus más estrechos colaboradores, Xavier Domènech e impulsarle en la cantidad de mítines en los que dio la batalla. El resultado fue espectácular:obtuvo 12 escaños que se sumaron al partido de Pablo Iglesias y 927.000 votos, el triple de los cosechados por Sí que es Pot el pasado 27-S.