Literatura

Barcelona

Cuentos de humor para sobrevivir

Edgar Keret vuelve a poner sobre la mesa la tradición del relato judio de Sholom Aleichem

Edgar Keret pasó por Barcelona para presentar los 34 cuentos de «De sobte truquen a la porta»
Edgar Keret pasó por Barcelona para presentar los 34 cuentos de «De sobte truquen a la porta»larazon

No hay reglas para escribir un buen cuento, pero siempre hay cosas que ayudan, como un final imprevisible, que gira el sentido final del relato, originalidad en la puesta en escena, un toque de absurdo para magnificar los ardores de la vida cotidiana y un ritmo ágil y nervioso que te obligue a seguir leyendo. Todas estas características las tiene Edgar Keret, uno de los mejores cuentistas de la actualidad, que acaba de publicar «De sobte truquen a la porta» (Proa, Siruela en español) y que ha conseguido volver a poner de moda a la mejor literatura judía, la que va de Sholom Aleichem a Yoram Kaniuk.

Los relatos de Keret son punzadas a la vida ordinaria israelí, que incluyen, por supuesto, el eterno conflicto con los palestinos, pero que no se detiene allí y fabula sobre cualquier cosa, del sexo a la familia, pasando por el mundo infantil o la ambición. Y siempre con ese deje fantástico y grotesco, capaz de cambiar el sentido de todo un cuento con una última frase brillante. «El humor aflora cuando existe un peligro. Es un cojín que amortigua el golpe de la realidad, algo que permite vivir de una manera que, si no, sería insoportable», señala Keret, que también tiene en librerías «La chica sobre la nevera, Pizzería Kamikaze y otros relatos» (Debolsillo).

Historias cotidianas

Lo que hace Keret con la Israel de hoy día, Sholom Aleichem lo hacía hace más de cien años con los pequeños pueblos ucranianos de mayoría judía. En «Dos antisemitas y otras narraciones», Aleichem describe con ánimo jovial esos microuniversos tan cerrados en sí mismos que, bien narrados, conseguían efectos de auténtica hilaridad. Y contando cosas terribles, como un hombre acusado de quemar su casa para cobrar el seguro de 10.000 rublos, cuando estaba en la fiesta de desposados de la hija de su hermana; o la historia de un hombre con un solo hijo que verá como errores burocráticos harán que su hijo pase cuatro veces el examen médico para determinar es inútil para el servicio militar, cuando debería estar exento por ley al ser hijo único. Sin ninguna indulgencia a las propias miserias de los judíos, pero siempre con un retrato tierno de sus personajes, sus cuentos son hoy tan euforizantes como lo eran hace un siglo.

Todo el mundo habla de Amos Oz y David Grossman como referentes de la literatura israelí, pero ambos carecen de humor. Algo que le sobra a Yoram Kaniuk, una especie de Kurt Vonnegut a lo israelí y que en «El hombre perro» y «1948» (Libros del Asteroide) llega a poner notas de absurdo en el holocausto o la ocupación israelí. «Yo vengo de la tradición judía de reírse de todo aquello que nos perturba, ¿de qué otro modo se enfrenta uno a ello? En Auschwitz la gente contaba chistes, ¡se intercambiaba recetas de cocina! Todos mis libros están en esa línea. ¡Me tengo que reír del infierno!», afirma Kaniuk.

Más allá del mundo hebreo

A pesar de no tener origen hebreo, las fábulas modernas del gran Spencer Holst sí parecen sacados de la misma imaginativa y fantástica tradición judía. En «El idioma de los gatos» (Ediciones de la Flor) sus narraciones cortas consiguen que te quedes estupefacto en cada final, y que en el proceso te hayas reído un buen rato.

Son historias de gatos que mienten y aseguran que los hombres son robots inventados por ellos, o un asesino de Papa Noeles que consigue que las mujeres gobiernen el mundo, o monos que roban las joyas malditas de la Reina de Inglaterra y que acaban con un tiburón quedándose las piedras preciosas. Cada una, en su locura, habla más de la realidad que cualquier libro de historia, igual que estos judíos.