Elecciones catalanas

El día de los Santos Inocentes: 1.515 contra 1.515

A las puertas del recinto apareció una pintada premonitoria: «Hasta nunca Mas».

A la entrada del polideportivo donde se celebró ayer la asamblea de la CUP algunos simpatizantes podían adquirir «merchandising» del partido
A la entrada del polideportivo donde se celebró ayer la asamblea de la CUP algunos simpatizantes podían adquirir «merchandising» del partidolarazon

Ha sido como un gran «thriller». Con todos los ingredientes. Se captaba la atención, había emoción, los nervios se disparaban, risas, llantos. Lo tenía todo. El guión se complicaba a medida que el tiempo pasaba. ¿Se iba a investir a Mas o no? Seguramente, el presidente en funciones tenía a su propio infiltrado en el polideportivo de Sabadell para recibir información de primera mano. Él sí que estaba de los nervios. Bueno, él y Junqueras, Forcadell, Casals, Romeva, Homs y toda la ensaladilla de sensibilidades de Juntos por el Sí. El final fue trepidante. ¿Sí o no? Pues, ¡sorpresa! Final trepidante. La moneda que tiró la asamblea de la CUP a las nueve de la mañana cayó de canto. 1.515 a favor y 1.515 en contra. Como en las grandes obras de Hollywood, tendremos una segunda parte.

Mas ha conseguido otro de sus éxitos. Dividió a la sociedad catalana, rompió al PSC, diluyó a Iniciativa per Cataluña en el maremágnum de Podemos y, sobre todo de Colau, hundió a Unió, cambió el nombre de Convergència para esconder sus vergüenzas, pierde elección tras elección, aunque las convierte en victorias, y hoy, cinco años después del inicio de la loca carrera por etapas a la independencia, ha conseguido dividir a la CUP. Sin porcentajes ni nada. Con números absolutos, 1.515 contra 1.515.

A las puertas del recinto asambleario, una pintada apareció firmada con la hoz y el martillo junto a la bandera independentista. «Fins mai Mas» –hasta nunca Mas–. Parecía premonitorio. La cosa se complicó de entrada. De votación a mano alzada ni hablar. Los votos en urnas que se cuentan mejor. Los dirigentes de la CUP favorecieron esta fórmula. El empate hubiera sido complicado de gestionar a mano alzada. Preveían resultados ajustados. Pero no tanto.

La primera votación auguraba lío. El no ganaba justito. Un 47,1 frente a un 45,1. Un 8% estaba en las opciones minoritarias. Eran pocos, desorientados y noqueados por las mayorías. A la postre, fueron decisivos. Segunda votación: más lío. 49,7% frente a 48,7. Tres décimas evitaron el descalabro de Mas. Tercera votación. Fluye la adrenalina entre la militancia de la CUP. Empate. Lo único no previsto en la dirección. Fueron a por lana y salieron trasquilados. El problema de Mas es desde hoy el problema de la CUP. Más de 3.500 inscritos –presentes alrededor de 3.100– entre militantes y simpatizantes de la Candidatura de Unidad Popular evidenciaron una fuerte división interna y fueron los grandes protagonistas del estreno de la nueva versión de «Los Santos Inocentes». No es un «remake» de la obra de Mario Camus dirigiendo a los encomiables Paco Rabal, Alfredo Landa, Terele Pávez y Juan Diego, pero ha triunfado. De hecho, estamos todos alucinando. El empate pone a la CUP en el abismo. Ya no es la CUP de ayer, la que nace hoy en el día de los Santos Inocentes, es otra. La segunda parte del nuevo éxito de taquilla se estrenará el 2 de enero. Sólo quedarán siete días hasta la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones. Siete días de vértigo.

El independentismo de izquierdas en Cataluña siempre ha vivido en la división y en la escisión. Desde la fundación en 1968 del PSAN empezaron a convivir las dos almas. La que pretendía llegar a la independencia con el apoyo de la izquierda tradicional y la burguesía conservadora para entonces formar un nuevo Estado socialista aupado por la revolución, y la que pretendía hacer la revolución para llegar a la independencia sin contar con la burguesía conservadora ni la izquierda tradicional que, simplemente, se sumarían a la voluntad popular. Las dos almas convivieron hasta ayer en la CUP, bajo el mismo techo. Las diferencias se habían mostrado con anterioridad, pero las decisiones no eran tan importantes como la de ayer en Sabadell. La CUP parecía un monolito, y no lo es. No es un partido, todo lo contrario, es un movimiento que ayer expresó su voluntad tensionando la organización y dividiéndola. Volvieron a resurgir las dos almas. Y a enfrentarse. Y, por primera vez en su historia a empatar.

¿Y ahora qué? Podríamos decir que estamos igual que antes, pero no. La CUP ha perdido autoridad y ha evidenciado su debilidad estratégica y orgánica. La CUP se ha quedado coja y Mas puede ser su muleta. Los cuperos continúan siendo la llave de oro de la política catalana pero ya no son vistos como esa fuerza imparable. Han salido todas sus vergüenzas. Las dos almas del independentismo de izquierdas son desde tiempo inmemorial su peor enemigo y ayer volvieron a ser tras la asamblea el motivo de la discordia. De la forma más sangrante, para una joven CUP. La división le ha menguado sus fuerzas y Mas obtiene más posibilidades. Le ha salvado la campana. Estaba noqueado y ha revivido y tiene más cerca la investidura. El enemigo CUP ha caído en su propia trampa.