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El enigma de Joan Ponç

La Galería Mayoral ofrece, trece años después, obras de uno de los grandes genios de la pintura catalana del XX

El enigma de Joan Ponç
El enigma de Joan Ponçlarazon

Joan Brossa, buen amigo de otro Joan excepcional, Joan Ponç, solía explicar que la casa de la familia del pintor era como una ratonera oscura y fantasmagórica. Entre los mil objetos que la familia reunía como guardamuebles profesionales, y los estertóreos gritos de su hermana autista, el mundo cada vez más asfixiante del pintor provocó que buscase su salida en alucinaciones insondables del interior del ser humano. La pintura le ayudó a plasmarlo y ser un artista que juega con la locura en lugar de un loco que juega a pintar cuadros. «La pintura es mi norte, no tengo otro problema sino seguirlo, sólo hacia el norte... La pintura es mi existencia. Sin ella no existiría. La vida es un lugar secundario donde pinto, y el universo está organizado para posibilitar este acto divino», escribiría Ponç en su «Diaro de Sao Paolo».

La Galería Mayoral expone hasta el 31 de agosto una selección de 17 obras, pinturas y dibujos entre los años 1947 a 1968 donde queda claro la rotunda imaginación de un pintor que hizo de lo extraño un canto a la luz y la esperanza, en un juego de contrarios que pocas veces se ha repetido en la historia del arte. «Ponç es uno de los máximos referentes de la pintura de posguerra a nivel estatal. La exposición, la segunda que hacemos tras la de 2002, es una oportunidad de redescubrir y reivindicar su talento universal», afirma Jordi Mayoral, director de la galería.

La exposición, comisariada por la crítica de arte Pilar Parcerisas, muestra esa fiebre que se lee en cada trazo de Ponç, una especie de Miró enfermizo que lo sitúa en la tradición de los grandes genios alucinados que dejan ver lo invisible, de El Bosco a Artaud. Entre las 17 piezas, destaca una tinta, acuarela y gouache de 1947, un enfrentamiento en un fondo claro de líneas y formas en tensión, o la misteriosa y oscura cara sonriente de «Suite al·lucinaciona II», con una especie de lluvia radioactiva, o son lágrimas de unos ojos perdidos, que le cae al cráneo desplazado de la figura central. En todo caso, mirar sus obras es como interpretar las sacudidas de nuestros propios nervios. «La pintura de Ponç plantea interrogantes sobre la vida y la muerte, sobra la luz y la oscuridad. Para el pintor, la vida exterior es nocturnidad, mientras que dentro del ser humano está la luz, que es de donde viene su creación», comenta Parcerisas. El misterio de Ponç nunca será revelado del todo, pero este hijo de Dau al Set obliga a intentarlo una y otra vez.