Danza

El Grec baila a la maternidad

La bailaora Rocío Molina, embarazada de cuatro meses, y Silvia Pérez Cruz glosan la maternidad

Rocío Molina, ayer en el Icub, mostrando su embarazo de cuatro meses / Foto: Efe
Rocío Molina, ayer en el Icub, mostrando su embarazo de cuatro meses / Foto: Efelarazon

La bailaora Rocío Molina, embarazada de cuatro meses, y Silvia Pérez Cruz glosan la maternidad

¿Puede una mujer basar su idea de lo que es o tiene que ser la maternidad sin compararlo con su propia madre? ¿Puede ser cierto entonces que una madre no tiene hijos, sino otras madres y padres? Porque, ¿la maternidad es un único camino en línea recta o es más como un baile, una sublimación estética de cualquier movimiento a partir de la reacción que provoca el amor por otro ser humano? Si es así, ¿son los hijos los primeros reflejos del arte de su madre? ¿Es un niño una obra de arte? ¿Las obras de arte serían entonces un sustitutivo a la maternidad? ¿Qué pasa entonces cuando el artista tiene hijos? ¿Pierde el deseo de crear algo si ya lo ha creado todo?

El Teatre Grec acoge entre hoy y mañana el espectáculo «Grito Pelao», híbrido entre cante y danza donde la bailaora Rocío Molina, que está embarazada de cuatro meses, y la cantante Sílvia Pérez Cruz, unen fuerzas para demostrar hasta qué punto la maternidad es siempre un camino a ciegas bajo el brillo cegador que desprenden estos pequeños seres que antes no existían, pero cuya aparición hace que todo cambie para siempre.

Molina, Premio Nacional de Danza, pensó hace cinco años en ser madre, pero comprendió que su estilo de vida, centrada en su carrera artística, le impediría ser la madre que ella quería o sentía en ese momento que tenía que ser. Hace un año empezó a pensar de nuevo en la maternidad, esta vez como base de un espectáculo. Cuando supo de su embarazo, las dudas se convirtieron en un calor que le movió a reflexionar, a partir de su arte, en qué le estaba ocurriendo. «Es una obra viva, nunca mejor dicho. Mi cuerpo cambia cada día, y eso provoca que baile de otra manera. Nos vamos escuchando mi cuerpo y yo, y el resultado se va incorporando a la obra», señala Molina, quien asegura que «mi técnica ha cambiado. Ya no salto tanto en los zapateados, pero sigo bailando porque me encuentro mejor cuando bailo. Si me quedo unos días parada, me viene todo lo malo».

Después de este proceso de reflexión y maduración, en el que por primera vez Molina decidió incluir texto a sus coreografías, llegó la cantante Sílvia Pérez Cruz, que decidió que un tema que habla, sobre todo, de la creación, no podía contentarse en cantar temas ya conocidos de su repertorio, sino que tenía que componer temas nuevos expresamente para la obra.

Para cerrar el círculo, y una vez Molina tenía todos los ingredientes en el plato, decidió involucra a su propia madre en el espectáculo, haciéndola partícipe en directo de la función, «ya que su sola presencia hace que pasen cosas diferentes sobre el escenario», resume Molina.