Navidad
La cesta vuelve por Navidad
La tradición se recupera tras años de zozobra por la crisis y las nuevas costumbres
La tradición se recupera tras años de zozobra por la crisis y las nuevas costumbres.
Hasta no hace muchos años era normal por estas fechas la imagen del que volvía a casa con la cesta de Navidad. Una cesta en la mayor parte de los casos en forma de caja de cartón con asidero incorporado y con un contenido modesto que incluía un número variable de botellas -de vino, de cava, de coñac u otros licores-, turrones, embutidos, latas de conservas, dulces...
Hoy esa estampa no resulta tan habitual, o cuando menos ha mudado de formato, y no faltará quien le eche la culpa, y acaso con razón, a internet y las nuevas tecnologías.
La cesta de Navidad tiene sus antecedentes en una tradición de la Roma clásica, concretamente en la sportula, que era una pequeña cesta o espuerta con que los patrones y señores obsequiaban a sus clientes o subordinados durante la Saturnalia, una fiesta en honor del dios Saturno que se celebraba en el mes de diciembre. La cesta contenía diversos alimentos y se entregaba cuando el cliente o subordinado acudía a primera hora de la mañana a saludar al patrón o señor a su casa, una ceremonia obligada que se conocía como salutatio matutina.
En Cataluña, ya en el siglo XIV se acostumbraba hacer regalos por Navidad a los niños, amigos y sirvientes o criados, e incluso también a los representantes de la administración pública, a los que hoy llamaríamos funcionarios. Estos regalos recibían el nombre de pa-i-nous, en recuerdo tal vez de los tiempos en que el obsequio consistía en esos dos alimentos: pan y nueces. La costumbre debió de adquirir tales proporciones que las autoridades se vieron obligadas a publicar un bando conminando a los ciudadanos a no hacer regalos, excepto a las obras religiosas y a los pobres. Más tarde, ya en el siglo XVIII, algunos gremios y profesiones adoptaron la norma de cumplimentar por Navidad a sus clientes. Así, por ejemplo, los panaderos obsequiaban con una coca, que se había de ir a buscar al salir de la misa del gallo, los colmados y tiendas de comestibles regalaban la pasta para la escudella de Navidad, y los basureros ofrecían la verdura para la olla, en particular el puerro y el apio.
La costumbre de la cesta de Navidad como tal se instauró en España a finales del siglo XIX en algunos servicios públicos -de donde después por regla general desapareció- y se consolidó a mediados del siglo XX en el sector privado. Uno de los servicios públicos que conservó la tradición fue el de correos: todavía en la década de los setenta del siglo pasado era habitual que el cartero pasara por los domicilios del distrito asignado y entregara una felicitación navideña a cambio de recibir un aguinaldo.
Pese a los cambios sociales y de todo tipo, la cesta de Navidad se resiste a desaparecer. Buena prueba de ello es que ahora hace un año, en diciembre de 2016, una sentencia del Tribunal Supremo reconocía que la cesta de Navidad era un derecho adquirido de los empleados y establecía que una empresa no podía suprimirla de forma unilateral. Bien es verdad que se trataba de un caso concreto en el que dos empresas se habían fusionado y una de ellas, la denunciada, había retirado la cesta y la otra, en cambio, no. La sentencia sirvió de todos modos para debatir sobre la naturaleza jurídica de la cesta de Navidad, para unos una gratificación voluntaria de la empresa, para otros un derecho adquirido de los trabajadores.
Uno de los grandes suministradores de estas cestas navideñas, El Corte Inglés, reconoce que normalmente se hacían por encargo de las empresas, y que estas, en muchos casos, por comodidad o por adaptarse a los nuevos tiempos, han optado por otro tipo de gratificación, como la tarjeta-regalo. Por el contrario, en los últimos años ha ido en aumento el número de particulares que se decantan por la cesta de siempre en forma de lotes y paneras como regalo de Navidad para familiares o amigos, con la ventaja añadida de que pueden confeccionarla a la carta, cada cliente según sus gustos. De esta manera, el descenso por un lado se ha compensado por el otro, y actualmente se observa un equilibrio entre empresas y particulares a la hora de encargar esta clase de regalo.
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