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La Zaranda pinta de negro el cabaret

El Romea acoge «El desguace de las musas», el último montaje de la mítica compañía andaluza

Gabino Diego se añade a la compañía como el maestro de ceremonias de un cabaret decadente y calavérico
Gabino Diego se añade a la compañía como el maestro de ceremonias de un cabaret decadente y calavéricolarazon

En los sótanos del teatro, un corral a las afueras de la ciudad reconvertido en espacio de variedades, se amontonaban los artistas como si fueran galgos a la espera de salir en la próxima carrera.

En los sótanos del teatro, un corral a las afueras de la ciudad reconvertido en espacio de variedades, se amontonaban los artistas como si fueran galgos a la espera de salir en la próxima carrera. No había camerinos, sólo una única habitación de paredes sin pintura, olor a perro pachón que se rasca demasiado y una única luz central. Hacía tanto calor que más que un camerino parecía un micro hondas. «De aquí todos saldremos pollos a la naranja», dijo Arcángel, el famoso muñeco de cara de pato de Jasón el ventrílocuo. Éste ya no decía nada, hacía tres noches que no dormía y a estas alturas le daba todo igual.

«¡Francamente!», gritó entonces Elvis, el mago, con grandes aspavientos con los brazos, y todos fueron francos y le pidieron que se callara de una vez, que no estaban de humor. A Sussy Relámpago, la vedette, le picaba a los mil demonios su vestido de plumas. Se rascaba con la mano bien extendida y los cinco dedos en punta, pero ni aun así. «Ni las gallinas tienen esta vida», se quejó. Por allí había una gallina, la oyó y pensó, «pfff, se queja por vicio».

El maestro de ceremonias se caló bien el sombrero, se puso el traje rojo que las termitas habían recortado por las mangas, y salió a escena para encontrar a unas ocho personas estiradas en las butacas del teatro. Suficientes. «Señoras y señoras», gritó, «estamos aquí para ofrecerle el mayor espectáculo del mundo, eso que los poetas llaman «joier defraun de gravel». ¿Qué poetas? Los húngaros, claro.», añadió, pero nadie pilló el chiste.

La mitad de los artistas escuchaban sentados en el suelo, apoyados unos contra otros, a la espera de que llegase su turno. La mayoría llevaban demasiado tiempo en esto, como Angus, un cómico que cuando nació su cuarto hijo perdió el sentido del humor. «Ríete, Angus, ríete, por favor», le pedían, pero había olvidado como. Cuando Joni Fuego explicó el chiste del pote de cocos empezó a ladrar, el pobre. La verdad es que era un chiste muy divertido.

Alexandra cerró el espectáculo con su danza sensual que, según el cartel, «¡¡resucita a los muertos!!». Podía ser, pero entonces a los muertos tampoco les gustaba el teatro, porque allí no vino nadie. Una lástima, porque el espectáculo, para aquellas ocho únicas personas que fueron, fue algo que contaron a sus amigos hasta el día de su muerte. Y la compañía nunca pudo volver. Una pena.

Más que arte decadente

La Zaranda, la mítica compañía andaluza de teatro, regresa al Teatro Romea con su poética y lúcida mirada puesta en los viejos artistas de variedades. En «El desguace de las musas» ofrecen, a través de su grotesco imaginario, un auténtico «tour de force» en el que demostrar que la belleza y la iluminación puede esconderse, a veces, en los terrores más decadentes. «El teatro, antes que nada, es la verdad. En realidad es la mentira más verdadera que existe», asegura Francisco Sánchez, uno de los actores de la compañía.

La obra nos traslada a un espacio oscuro donde una compañía de variedades venida a menos ensaya sus últimos números. En un ambiente sórdido y de desolación, los artistas buscan ese último movimiento que despierte a un mundo que les ha dado la espalda, que les ha colgado la etiqueta de raros, ridículos y absurdos. «Es una alegoría de una cultura que espera su derribo, situada en un antro lúgubre infestado por las ratas, donde un núcleo de artistas resisten, agotados, entre la resignación y el rencor, a una época que renuncia al hecho poético», asegura el autor de esta tragicomedia grotesca, Eusebio Calonge.

El espectáculo, dirigido por Paco de la Zaranda, cuenta con una gran novedad, la presencia del actor Gabino Diego. «Hace 25 años Eusebio me dijo ‘cuando olvides que eres Gabino Diego podrás actuar con nosotros’, y parece que ya he pasado el purgatorio necesario. «Cada dos años presentan un espectáculo, y siempre es innovador. Trabajar con ellos es mágico», señala Diego, que interpreta al maestro de ceremonias de la compañía. Junto a él, Inma Barrionuevo, María Ángeles Pérez-Muñoz, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y el ya mencionado Francisco Sánchez.

El origen del montaje está muy asociado con Barcelona y el Romea en particular. El ambiente del espectáculo, según confesó Calonge, está inspirado en el mítico local «Bodega Bohemia», lugar de reunión durante años del artisteo venido a menos del Paral·lel. Incluso utilizó las populares fotos de Joan Colom de las Ramblas para dar con la imagen de los personajes. «Buscamos dignificar el mundo de la revista y las varietés. Intentar que vuelva a fluir el teatro popular, que es un afluente del teatro actual, tan saturado de modernidad». según Calonge.

Cuando el mundo aparta la vista, lo único que queda es gritar para que de la vuelta. Y esto La Zaranda lo hace a la perfección.