Teatro

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Los niños malos tienen quien les escriba

Laia Alsina y su compañía El Martell llevan al Tantarantana la sátira sobre la infancia «El mar no cap dins d'una capsa de sabates»

Andrea Artero, Toni Guillemat, Cristina Arenas y Martí Salvat forman el elenco de la obra y el corazón de la compañía El Martell que dirige Laia Alsina Ferrer.
Andrea Artero, Toni Guillemat, Cristina Arenas y Martí Salvat forman el elenco de la obra y el corazón de la compañía El Martell que dirige Laia Alsina Ferrer.larazon

Laia Alsina y su compañía El Martell llevan al Tantarantana la sátira sobre la infancia «El mar no cap dins d'una capsa de sabates».

«No pienso hacerlo, no pienso hacerlo, no pienso hacerlo», repetía Pablo, un niño rubio y delgado de apenas cuatro años al que una profesora arrastraba fuera de clase. «No pienso hacerlo, no pienso hacerlo, no pienso hacerlo», continuaba sin descanso mientras hacía todo lo posible por zafarse de la rígida mano de su profesora, una joven de 32 años que echaba de menos a su gato. «No pienso hacerlo», volvía a repetir una y otra vez Pablo. «¡Basta!», gritó la profesora y Pablo la miró como si estuviese loca.

Llegaron entonces al despacho de la directora de infantil de la escuela, que estaba haciendo un crucigrama y no le salía la palabra inocencia, estado de perplejidad ante el estado de las cosas. «Vamos, Pablo, tú siempre eres muy bueno, qué ocurre», dijo la directora al verlo tan alterado, dejando a un lado el crucigrama sin tener ni idea que la palabra que faltaba era inocencia. «No pienso hacerlo, no pienso hacerlo, no pienso hacerlo», gritó otra vez Pablo. La profesora pensó en su gato, vio que lo estrangulaba y se asustó.

No era más que un niño, un click, un pequeño proyecto, a qué venía ese arrebato, y de dónde había aprendido a decir algo así. ¿La rebeldía era algo connatural en el ser humano y podía surgir a los tres años y nueve meses o era simple terquedad y estupidez? ¿Era sólo un maleducado, y si era asi, era culpa del colegio, era culpa de los padres, o no había culpa, sólo desfachatez y ridículo? Las preguntas seguían amontonándose en la cabeza de la directora, pero la palabra inocencia seguía tan lejos que Neil Amstrong la encontró en la luna, pero la pisó.

La profesora dejó de pensar en su gato y le explicó a la directora todo lo que había ocurrido. En la cabeza de la maestra estaba explicando la historia de un monstruo de tentáculos destructores de la paz, la vida y la cultura, pero la directora rezongó y la hizo callar al instante. «¡Inocencia!», gritó, sacó el periódico del cajón donde lo había guardado y escribió con satisfacción la última palabra del crucigrama. Estaba tan contenta que obligó a la profesora a pedir perdón al niño, abrazarlo y devolverle a clase. «No pienso hacerlo, no pienso hacerlo, no pienso hacerlo», pensó, pero lo hizo.

Los niños y qué les pasa por sus pequeñas cabecitas son siempre un misterio. Para la compañía teatral El Martell, la infancia es sólo un reflejo de los sistemas de control social que hacen de la famosa inocencia de los niños un mito. Bajo el parámetro del teatro físico, pero lleno de ganas de comedia y juego, convierten al colegio en mera fábrica de creación de hombres y mujeres para que sean cada vez más pequeños. «Nos interesaba investigar en la infancia desde un punto de vista capitalista, de control y represión, con todos los dramas generados por diferencias de clase, raza y género explotados, perpetuando así desde la más tierna infancia un status quo, todo ello bajo una mirada irónica y de comedia», señaló ayer Laia alsina Ferrer, directora y dramaturga de la obra.

El Teatre Tantarantana, dentro del proyecto «El Cicló», acoge hasta el 4 de marzo la obra «El mar no cap dins d'una capsa de sabates», una nueva demostración de que la compañía El Martell es uno de los jóvenes proyectos a seguir. Andrea Artero, Toni Guillemat, Cristina Arenas y Martí Salvat se convierten en niños entre seis y nueve años a los castigan a quedarse en clase en la hora de patio. Siempre con los adultos como amenaza ausente, empezarán a desarrollar comportamientos habituales en los niños que demostrarán que por muy pequeños que sean no pueden encerrarse en tópicos. «El título de la obra ya lo dice todo. Hace referencia a que es imposible contener la inmensidad en espacios reducidos», aseguró Alsina. Los actores no infantilizan sus gestos ni fuerzan el ridículo de hacerse pasar por niños, sino que consiguen eso tan difícil de hacer que sea el público quien se transforme en niños.

DONDE: Teatro Barceló. Calle Barceló, 11. Madrid.

CUÁNDO: del 20 al 2 de octubre.

CUÁNTO: entrada de día, 18 euros. Abono, 28.