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¿Qué ocurre cuando duermes con un asesino?

Toni Sala sigue en «Persecusió» lo que ocurre cuando descubres que tu novio es un monstruo

«Perdida» es un ejemplo genial de cómo los monstruos viven siempre en casa
«Perdida» es un ejemplo genial de cómo los monstruos viven siempre en casalarazon

El refranero popular asegura que: «ojos que no ven, corazón que no siente». Quien crea que esto significa que nadie sufre por lo que no sabe, se equivoca.

El refranero popular asegura que: «ojos que no ven, corazón que no siente». Quien crea que esto significa que nadie sufre por lo que no sabe, se equivoca. Eso es una obviedad y las obviedades sólo son retórica, es decir, ruido. Lo que en realidad muestra es que un hombre o una mujer tiene que estar constantemente sobre sus parejas porque sino el corazón puede dejar de sentir. Para mantener el amor, el refranero aboga por el acoso, la paranoia, los celos y la sobre exposición emocional. Y aunque parezca indicar que hay que evitar la sinceridad completa para no sufrir, el refrán une literalmente amar con sufrir por lo que la sinceridad es imprescindible para el amor. Según el refrán, que quede claro. Por eso, es importante saber de qué hablan los refranes realmente antes de utilizarlos a la ligera.

Pongamos un ejemplo. Tienes una relación estupenda con tu pareja. Es cariñoso, divertido, generoso, sabe escuchar y te da una gran sensación de seguridad. Pero un día, cuando crees conocer al hombre del que te has enamorado, te confiesa que mató a su primera mujer. ¿hasta qué punto puede variar la percepción de una persona amada la destrucción de la idea que tenías de ella? Lo único claro es que ahora los ojos ven y el corazón siente. La historia de amor ha comenzado. Y muchos grandes escritores lo han escrito.

El último en hacerlo es Toni Sala (abajo, en la imagen), que acaba de publicar «Persecució» (LÀltre Editorial). La novela, que sigue la estela de la excelente «Els nois», es un thriller coral que indaga en la capacidad del hombre para reconocer el mal y actuar en consecuencia, o cayendo en ella o enfrentándose a ella o, el peor de los casos, mirar a otro lado, ser el corazón que no siente, lo que Kant denominó el verdadero «mal radical». «En medio de la Primera Guerra Mundial, Freud realizó una conferencia en Viena en donde aseguró que todos nosotros venimos de una larga lista de asesinos. De esta forma ponía en relación el asesinato con la cultura y esto es lo que me interesa investigar», asegura Sala.

El escritor se ha puesto en la mente del asesino para indagar en sus motivaciones, «lo que es duro», dice. Pero más difícil es ponerse en la piel de quien conoce al asesino, puesto que es difícil imaginarse en la piel de un monstruo, pero imaginarse vivir junto a él eso es verdaderamente el horror. Por eso le han equiparado tanto a Edgar Allan Poe. «La facilidad que tiene el asesino de pensar en por qué mata es lo que atrae. La atracción por el mal y los miedos que surgen al enfrentarse a él son muy Poe», señala.

La inspiración del escritor fue una historia real que le contó una amiga suya y que en seguida le hizo sumergirse por completo en las posibilidades que abría esta anécdota. «La maldad es también es un intento de conocimiento. Escribir, por eso, siempre es secundario. Lo que ocurre conmigo es que me posee una historia o un tema y escribir es la forma de darle cuerpo a todas estas reflexiones a partir de la imaginación», asegura Sala.

Una tradición brillante

Una de las obras más brillantes en meternos en la piel de una persona que descubre que amas a un monstruo es Stephen King (en la imagen de arriba). En «Un buen matrimonio» nos presenta lo que pasa cuando descubres que la persona con la que llevas 27 años casada en realidad es un asesino en serie. King se basó en la historia real de la mujer de un asesino que aseguraba que ella no tenía ni idea de sus crímenes y cómo la opinión pública se le tiró encima.

Otro ejemplo reciente muy popular es «Perdida» de Gillian Flynn, aunque aquí el marido es el objeto del odio y el rencor de la mujer que finge ser lo que no es. La vuelta de tuerca aquí es que su fingimiento es ser la víctima. Otro genial ejemplo es «Brighton Rock», de Graham Greene, aunque aquí el monstruo, ferviente católico e incapaz de empatía, busca casarse con su víctima para que no pueda declarar en su contra.

Aunque la obra maestra del hombre que oculta a los demás el monstruo que lleva dentro es «El asesino dentro de mí», de Jim Thompson, que ya tocó el tema en «1280 almas», pero que aquí incide mucho más en cómo el hombre es capaz de proyectar al exterior la falsa amabilidad y demuestra lo estúpido que puede llegar a ase el refrán «Ojos que no ven, corazón que no siente». También clásico dentro de la novela negra es «Perdición», de James M. Cain, anque aquí hablamos de femme fatale que quiere matar a su marido con la ayuda de su arrogantemente estúpido amante.