
Política
La tasa turística evidencia las primeras grietas entre los socios de Illa
El primer gran choque entre ERC y Comuns pone a prueba la estabilidad del Govern y revela el difícil encaje del tripartito que sustenta a Salvador Illa

La tasa turística, una medida en apariencia técnica, ha terminado desatando la primera gran tormenta política entre los socios del Govern de Salvador Illa. La colisión frontal entre ERC y los Comuns no solo ha hecho descarrilar un decreto del propio Ejecutivo, sino que ha puesto al descubierto las profundas tensiones ideológicas y estratégicas que subyacen en el frágil acuerdo que sostiene al líder socialista en la Generalitat.
La subida de la tasa turística ha abierto una fuerte disputa entre Esquerra y los Comuns. Mientras los republicanos apostaban por una aplicación más flexible y territorial del tributo, los Comuns lo interpretaron como una cesión a los intereses de la patronal hotelera y una ruptura del pacto alcanzado. ERC incluso registró una ley propia para modular la subida según zonas y temporadas, lo que tensó aún más la relación entre los socios.
El conflicto culminó con el rechazo en el Parlament del decreto del Govern que pretendía aplazar la entrada en vigor del nuevo tramo hasta octubre. Los comunes y Junts votaron en contra, dejando sin efecto el acuerdo alcanzado entre el Ejecutivo, ERC y el sector turístico. Esto ha generado un escenario de inseguridad jurídica, ya que la subida debería aplicarse de inmediato, en plena campaña de verano.
Para intentar frenar el impacto, el Govern aprobará el martes un nuevo decreto. Pero volverá a necesitar el respaldo del Parlament en los siguientes 30 días, sin tener los apoyos asegurados. Comuns ya han anunciado que volverán a votar en contra, y la posición de Junts es todavía una incógnita.
Una fractura ideológica a la izquierda del PSC
El episodio ha sido leído como algo más que un simple desacuerdo puntual. En el Parlament, Jéssica Albiach y David Cid no se limitaron a criticar el giro de Esquerra con la tasa turística, sino que lo enmarcaron en una tendencia más amplia, acusando a sus socios de emprender un “giro conservador”, también visible en su posición sobre las nucleares. La votación de ERC junto a PP, Vox y Junts en el Congreso para frenar el cierre del parque nuclear ha encendido todas las alarmas entre los comunes.
Desde Esquerra, la respuesta ha sido contundente. Acusan a los Comuns de hacer política "desde Barcelona", sin atender a la diversidad del territorio ni al peso económico del turismo fuera del área metropolitana. En este choque, Esquerra trata de presentarse como el socio sensato y con visión de país frente a los maximalismos ecosocialistas.
El Govern, tocado y sin red
El golpe no ha sido menor para un Govern que hasta hace poco presumía de estabilidad tras el pacto por la ley de vivienda. La consellera Alicia Romero ha intentado calmar las aguas con mensajes de consenso y con la promesa de un nuevo decreto que contente a todas las partes. Pero la imagen de fortaleza y cohesión del tripartito ha saltado por los aires, y la oposición ha olido sangre.
Junts ha aprovechado para reforzar su rol de liderazgo opositor. Su estrategia es clara: empujar al PSC hacia la centralidad, forzando sus contradicciones con los socios de la izquierda. El PP, por su parte, ha sido más agresivo. Juan Fernández llegó a decir que “es la primera vez que un Govern pide a un sector que desobedezca sus propios decretos”.
Sin presupuestos y con varias crisis abiertas
El conflicto por la tasa turística llega en un momento especialmente delicado. El Govern aún no ha aprobado los presupuestos, y arrastra dos grandes crisis recientes: la de Rodalies y la del apagón eléctrico. En este contexto, la disputa entre ERC y Comuns reaviva los fantasmas de la inestabilidad crónica de la política catalana y plantea dudas sobre la viabilidad del proyecto de Illa más allá de la aritmética parlamentaria.
Los Comuns, en declive electoral al igual que Esquerra, no tienen margen para romper la baraja. Pero tampoco quieren que la dinámica del tripartito les arrastre al descrédito. De ahí su petición de abrir una ronda de diálogo para “limar asperezas” y blindar el Govern frente a la amenaza de una sociovergencia latente. La pelota está ahora en el tejado de Illa, que empieza a descubrir que gobernar con la izquierda no será más fácil que hacerlo con la derecha.
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