Comunitat Valenciana
Bar Mistela: querencia más allá del barrio
Empatía hostelera con múltiples oportunidades en forma de bocadillos de autor, tapeo concluyente, versatilidad culinaria, platos de cuchara, arroces y brasa con empaque confirman una visita oportuna con maridaje elocuente y precios cercanos
Las apuestas a todo o nada, sobre los nuevos establecimientos, exhiben una ventaja. Si ganas arrasas y te llevas la banca de la satisfacción. Y la desventaja inversa, si pierdes lo pierdes todo hasta el humor. Por eso es necesario atajar la incertidumbre que nos envuelve y despejar dudas. En dos meses hemos visitado el Bar Mistela (Río Nervión, 11) en seis ocasiones, por razones que sí vienen al caso. La carta se articula o se desdobla durante todo el día con un margen de discrecionalidad máximo.
La didáctica del bocadillo tiene claro su papel vital en el «L’esmorzar». Bocadillos de autor y entrepanes con rostro propio marcan el ritmo matutino: Poble Nou, Drácula, Marino y Pegasus.... La chacinería ibérica, conservas avaladas y salazones con credenciales gourmet permiten un maridaje sin pausa durante el aperitivo.
Aunque el Bar Mistela admite multitud de oportunidades, sin duda, una referencia destacada son sus raciones. Reinas del tapeo, clásicas y renovadas, se convierten en inapelables musas de las mesas: croquetas, buñuelos de bacalao, ensaladilla rusa, sepia con mahonesa, esgarraet, puntilla, calamares a la andaluza. Algunos clientes encuentran, como si fuera una reliquia gustativa el morro y el torrezno. Porqué será. Cuando sale el rabo de cerdo frito los aplausos se hacen más presentes.
La carta no desmiente las promesas ofrecidas. Ya de noche, con el comedor en su apogeo, terrazas incluidas, pasamos directamente a validar las recomendadas albóndigas de carne vieja con patata y unos recurrentes taquitos de merluza rebozada con mahonesa.
La brasa
Demuestran su connivencia y su profundo conocimiento con la brasa para muestra: salmón, pulpo y bacalao a la brasa, sin olvidar el acento vacuno de mollejas y entrecot.
El rosario de platos de cuchara que salpica su oferta nos sitúa ante un escenario de enorme pluralismo: olla valenciana, fabes, garbanzos a la marinera, all i pebre de anguila. La exponencial variedad de arroces hace el resto: paella valenciana, verdura, senyoret y bogavante.
En cada plato se siente la presencia de la viveza culinaria de Sergio Giraldo como maestro de operaciones. El roce del éxito les va a acompañar. La visita resulta adictiva por eso la vía del elogio al bar auténtico está abierta. La necesidad de reservar es la letra pequeña de un expediente final equilibrado y popular. Hay bares que no deben transitar el camino inicial que les toca sin luz ni taquígrafos.
Parafraseando la sentencia de Virgilio: «A los que se atreven les sonríe la suerte».
Aunque ya se sabe que en la hostelería no se puede vivir de momentos, los bares clásicos viven de sus trayectorias, este establecimiento reúne todas las condiciones para recorrer un largo viaje.
Bar Mistela, querencia más allá del barrio.
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