Reproducción asistida
Las otras madres
Inés no está loca. Ni es especial. Su historia no es distinta a la de esas mujeres que un día deciden donar un óvulo. Algo «normal». Algo «bonito». Inés tiene 32 años, es valenciana y diseñadora gráfica. Es todo lo que nos permite desvelar de ella, pues rehúye no solo un protagonismo que asegura no merecer, sino juicios y prejuicios de aquellos que no comparten esa decisión de «ayudar a las que no pueden ser madres».
Afortunadamente su altruismo surgió en el seno de una familia comprensiva. En ello tiene mucho que ver su hermana mayor, que siempre deseó engendrar un bebé y pasar por la experiencia de un embarazo, una idea truncada tras sufrir una menopausia precoz. «Así que me ofrecí. Lo que le ha pasado a mi hermana me podría haber pasado a mí. Le podría pasar a cualquiera».
El plan, sin embargo, quedó rápidamente descartado, pues la ley no solo obliga a la gratuidad de la donación, sino también al anonimato, la confidencialidad y, lo que fue determinante en su caso, a la ausencia de vínculo entre la donante y la receptora. «Es que así se evita que yo pueda reclamarlo en un futuro. En España se protegen mucho los derechos del bebé».
«¿Tú estás loca?»
La decepción inicial no le quitó la idea de la cabeza. «Llevaba mucho tiempo pensándolo, pero al final siempre me echaba para atrás». Hasta que hace un par de semanas cruzó las puertas de CREA, uno de los principales centros médicos de reproducción asistida que operan en la Comunitat. «Te pinchan hormonas y te hinchas mucho. Es un poco molesto y un poco doloroso». Esta primera fase de estimulación ovárica dura unos diez días, tras los cuales se produce la función folicular y extracción de los ovocitos. De la suya, que se llevó a cabo el pasado día 7, salió «contenta y satisfecha». «En la transacción, que es como la llaman ellos, te sedan, así que apenas te enteras».
Ahora descansa hasta septiembre, cuando volverá a la clínica, la misma donde su hermana sigue intentado cumplir su sueño. Cree que será su segunda y última donación. «No me arrepiento, pero es un proceso un tanto complicado. No es como el de los chicos...».
No le frenan las críticas. «Mis padres lo vieron bien, pero mis amigas me decían: '¿Tú estás loca? ¿Vas a tener un niño por ahí y no lo vas a conocer?' Pero si nadie donara, ¿qué pasaría con esas mujeres? Me preguntan si en el futuro no tendré curiosidad por conocer al bebé. Prefiero no hacerlo. Soy de las que opinan que los hijos son de aquellos que los crían».
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