Política

Comunitat Valenciana

Más de 20.000 personas disfrutan del espectáculo universal de la Tomatina

Buñol sucumbe a la catarsis de un evento contra el machismo que añadió el color violeta distintivo de la lucha contra la violencia de género al tradicional rojo

El éxito volvió a ser el resultado del tradicional evento de la «Tomatina» de Buñol, en la que este año participaron más de 20.000 personas. En la gráfica una instantánea de los asistentes /KIKE TABERNER
El éxito volvió a ser el resultado del tradicional evento de la «Tomatina» de Buñol, en la que este año participaron más de 20.000 personas. En la gráfica una instantánea de los asistentes /KIKE TABERNERlarazon

La Tomatina de Buñol, la batalla hortofrutícola más famosa del verano, llegó ayer a su cita un año más con 20.000 personas que durante una hora sucumbieron a una guerra festiva y sin cuartel en un río urbano de 145.000 kilos de tomate y bajo la bandera violeta de la lucha contra la violencia machista.

Además del rojo, que por abundancia es el color protagonista en este día, el violeta supuso el aspecto diferencial de esta septuagenaria celebración, debido a la colocación de una serie de puntos a los que las personas que sufrieran acoso podían acudir para denunciar y recibir apoyo psicológico. En esta ocasión, y a falta del informe policial, no se dio caso alguno de estas agresiones, así como de ningún otro incidente, por lo que se logró el éxito más importante.

El evento, que desde hace poco tiempo aprovechó para decir «no» a la violencia machista, decidió este año incluir una serie de puntos violetas instalados en los camiones en grupos de dos o tres voluntarias y del Movimiento Mujeres Democráticas de Buñol.A las 10.57 horas sonó el primer petardo para marcar el comienzo de la locura y dejar paso a los siete camiones colmados de tomates que tiñeron de rojo las calles de Buñol.

La precisión milimétrica -sobre todo para evitar atropellos- con la que avanzaron los camiones repletos de toneladas de tomate -y ayudados por varios miembros de la organización en la parte delantera- contrastaron con la anarquía imperante entre la muchedumbre.

Los vecinos también aportaron su granito de arena al desmadre general, ya que desde sus balcones arrojaban litros de agua sobre las cabezas de cuantos pasaban por debajo y que, en muchos casos, ni siquiera se percataban. Tras 63 minutos de descarga de adrenalina, sonó el petardo que ponía fin a los lanzamientos.