
Valencia
«Necesitamos contacto real, no virtual. Hay que fomentar el culto al relax con los amigos»

Doctor, ¿qué nos duele en el alma?
– El estrés, la ansiedad y la depresión constituyen casi el setenta por ciento de los casos que se atienden en los servicios de salud mental. El resto es lo que denominamos trastorno mental grave, que incluye patologías como la bipolaridad o la psicosis maniacodepresiva o esquizofrénica. Además, en un cajón de sastre pondríamos, por ejemplo, el trastorno de la personalidad o los problemas de diagnóstico complicado. Pero como ya le he dicho, las más numerosas son las dolencias derivadas de los problemas de la vida.
-Y de esas hay muchas actualmente.
-Desgraciadamente. En los últimos años, en occidente vivimos una situación de precariedad económica y falta de apoyo social donde los vínculos no son tan fuertes como antes. Y eso lleva a que las personas soporten niveles de estrés que les desajustan, que no están capacitados para soportar. Y ello, a su vez, desencadena cuadrados depresivos y de ansiedad, que suelen ir de la mano.
-En lo que llevamos de crisis, ¿cuánto han aumentado estos casos?
-En los últimos tres años, por lo menos, un cinco por ciento, alcanzando una prevalencia superior al veinte por ciento de la población. Aunque es muy difícil de diagnosticar, ya que muchos casos de los que llegan a la consulta del médico de Atención Primaria no son diagnosticados.
-¿Qué falla para que se den esos errores en el diagnóstico?
-Por un lado, los problemas de la organización asistencial. El médico de Atención Primaria no tiene tiempo, está saturado y el paciente que acude con un problema emocional lo que necesita es precisamente eso, tiempo, que le escuchen, empatía. Y por otro lado, sigue existiendo un estigma importante, especialmente en determinadas poblaciones, que frena que acudan a nosotros si se encuentran mal.
-¿Durante cuánto tiempo seguiremos escuchando eso de que la salud mental es la gran olvidada del sistema sanitario público?
-Los datos que dan los economistas de salud hablan de que está en la última posición en cuanto a inversiones. Probablemente no nos correspondan ni cinco céntimos por euro invertido. En nuestra contra está el factor estigma, el hecho de que la salud mental no esté bien vista y que, muchas veces, no implica una mortalidad directa o a corto plazo. Eso hace que el sistema margine a esta rama de la medicina.
-Si me diagnostican hipercolesterolemia me recomiendan dieta y ejercicio, pero ¿cómo puedo prevenir una enfermedad mental?
-Llevando una vida lo más ordenada posible y apartándose de todo lo que tenga que ver con acontecimientos vitales que puedan desencadenarla, como pueden ser los estupefacientes. También hay que saber detectar el estrés, aunque es complicado, y ponerse enseguida en contacto con un profesional. Pero sobre todo, tener presente que hay que empezar a cuidarse desde pequeñitos. La salud mental no es solo una cuestión que debe abordarse en el sistema sanitario, sino también en el educativo.
-Las nuevas tecnologías han cambiado nuestra manera de relacionarnos, ¿cómo han afectado a nuestra salud mental?
-El ser humano está diseñado para el contacto social, pero para el real. Todo lo que tenga que ver con el exceso de contacto social virtual, escaso, precario y sin intensificar los lazos sociales, lleva a un aislamiento, a una especie de autismo, y esa pérdida de apoyo social real, aumenta la vulnerabilidad y los problemas emocionales.
-¿Recomendamos entonces las cervezas con los amigos?
-Sin duda. Es clave. Hay que fomentar el culto al relax con los amigos. No debemos sobrestimularnos con un montón de tareas. Debemos disfrutar incluso del aburrimiento, de una conversación sin más.
-España es el único país de la UE que no cuenta con una especialidad en Psiquiatría Infantil, ¿cree que esta carencia va para largo?
-Hay una propuesta para los próximos años. Es importante, porque las características de la población infantil y juvenil son claramente distintas a las de los adultos. El proyecto está, que se lleve a cabo dependerá de los recursos económicos.
-El suicidio es la segunda causa de mortalidad entre los jóvenes. ¿Es usted partidario de que se hable de este asunto?
-Parece que en las sociedades con un fuerte vínculo religioso, el suicidio ha estado estigmatizado. Sin embargo, los especialistas consideran que, al tratarse de una consecuencia de un trastorno cada vez más prevalente, deberían aprovecharse los medios de comunicación para hablar de ello de una forma seria y sensata, no sensacionalista. Los suicidios por contagio fueron anecdóticos, forman parte de un pasado remoto. Actualmente es una consecuencia muy grave e importante de una enfermedad mental, y por eso hay que difundir su origen, sus consecuencias y su tratamiento. Solo así podremos prevenirlo.
El detalle
–¿Los psiquiatras van al psiquiatra?
–Sí, claro. Nosotros también sufrimos. Pero no es bueno autotratarse, así que solemos recurrir a un colega objetivo y neutral.
–¿Es real la imagen que se da de ustedes en el cine?
– No suele ser realista, lo que no ayuda a que la población acuda a nosotros. Nos suelen retratar como personajes excéntrico, como un loquero que da fármacos.
–Manicomios ¿sí o no?
–Sin duda no. Afortunadamente forman parte del pasado.
–Si el 25% de la población padece una enfermedad mental y tenemos doce ministros ¿Hay tres que no están bien ?
– Habría que conocerlos mejor (ríe), pero no sería extraño que alguno de ellos tuviera problemas psíquicos y se medicara. De hecho, están sometidos a una gran presión.
–¿Usted no ha notado nada?
–No, porque como buenos políticos tienen la capacidad de saber guardar muy bien las apariencias.
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