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NO HAY BARRERAS PARA EL AMOR
Feliz por ver a dos amigos enamorados. Uno correspondido, el otro preparado para la batalla
Feliz por ver a dos amigos enamorados. Uno correspondido, el otro preparado para la batalla
No hay barrera que resista al amor. Cuando el amor aparece, nada ni nadie puede detenerlo. El amor da felicidad y, según Tersa de Calcuta «·hay que amar hasta que te duela. Si te duele es buena señal».
Estas reflexiones me venían ayer a la mente al acompañar a dos amigos, ninguno era Rogelio, en cuyos ojos se reflejaba ese sentimiento maravilloso, entre el poder y la gloria (Graham Green), hacia algo desconocido, ingenuo y desconcertante. Esos ojos que son las puertas del corazón, ésas que cuando se abren, la vida entra a chorros y la luz resplandece hasta la ceguera.
Uno de ellos, de mis amigos, disfrutaba de sentirse correspondido. «Lo imposible no existe, Iñaki, me siento irresistible. Soy irresistible. No hay nada mejor que estar en los brazos de la persona que amas» (John Lennon), pregonaba radiante apoyado su brazo en la barra de una taberna. Feliz, como yo al acompañarle.
El otro, tambaleante ante el reto que afronta. Diría que enamorado pero dubitativo ante la inmensidad de la batalla, escuchaba atento las experiencias del primero «amigo, alguien dijo ‘no olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos». Una recomendación, ninguna de ellas, cayó en saco roto. Desconozco cómo acabo la tarde. Tal como salió de aquellos vinos, no me sorprendería haber invitado a su estrella a contemplar, perchando y no sé si cantando,, el atardecer más grandioso de la Tierra, la puesta de sol de la Albufera. Así es la vida.
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