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«Cifuentes puede liderar el PP. Ella es muy del partido»

La candidata pidió ayuda a Génova tras hablar con Aguirre y no conseguir que atajara la crisis de las imputaciones

Cifuentes consiguió el 24-M más votos en la capital de los que logró Esperanza Aguirre
Cifuentes consiguió el 24-M más votos en la capital de los que logró Esperanza Aguirrelarazon

La última semana ha sido decisiva para el futuro de Cristina Cifuentes y para el del PP de Madrid. Por primera vez desde que accedió a la Presidencia de los populares madrileños, Esperanza Aguirre, ha dado su brazo a torcer y lo ha hecho por ella, por la candidata a la Comunidad de Madrid, para que pueda gobernar y «salvar» así al partido en la región. Cifuentes llamó a Aguirre para que reaccionara y «borrarade un plumazo» la sombra de corrupción sobre el PP de Madrid, como había hecho en ocasiones anteriores. No hubo respuesta, así que recurrió a la dirección nacional, que sí le respondió forzando la dimisión de Salvador Victoria y Lucía Figar. Cifuentes gana y los «aguirristas» empiezan a mirar más allá de su líder desaparecida en plena crisis.

Las tornas han cambiado y a la que calificaban de «lastre» y de «apuesta arriesgada», aunque había sido escogida por el mismísimo Mariano Rajoy, se ha convertido en la líder que podría renovar la destrozada formación madrileña, a la deriva tras la debacle electoral. «Hay muchas personas que se han quedado en la calle y no han recibido una llamada», explican fuentes del entorno de Cifuentes para escenificar el vacío de poder ante una «noqueada» Aquirre. En esta situación, muchos han recurrido a quienes durante años se ocuparon de la gestión territorial del PP madrileño, que son el podio de la lista de la Comunidad de Madrid: Cifuentes, Garrido y González Taboada. Todos han atendido las llamadas de quienes no saben a qué atenerse tras perder las mayorías absolutas.

Un cambio en quince días

Los cambios se anticipaban desde el inicio de la campaña electoral, cuando el partido prácticamente daba la espalda a la «usurpadora» del puesto que en el PP querían para Ignacio González. No en vano, Cifuentes se ha quejado en varias ocasiones de la falta de «calor» durante los quince días de promoción de su candidatura. Pero en apenas dos semanas, la ex delegada evolucionó a pasos agigantados. De compartir actos con Esperanza Aguirre, tratando de diferenciar su discurso al de su arrolladora presidenta, pasó a seguir su propia agenda, marcando su estilo y con un tono más abierto que el de la candidata al Ayuntamiento de Madrid, que algunos creen que ha sido la clave de su victoria. Durante la campaña, Cifuentes trazó puntos en común y temple para negociar con la oposición que tanto el 24-M como ahora pueden dar sus frutos.

Su primera victoria llegó la noche electoral, cuando obtuvo la mayoría necesaria para poder formar gobierno en la Comunidad mientras la líder, que estaba llamada a aupar sus votos para la Asamblea, se quedaba sin posibilidades para ser alcaldesa. Cifuentes no sólo superó la imagen de «lastre» que en el PP de Madrid le adjudicaban sino que, además, le pasaba ese sambenito a la otrora vencedora indiscutible.

Paradójicamente, ha sido de nuevo Aguirre quien le ha dado su segundo «coup de force», golpe de efecto, entre los populares madrileños. La sonada incomparecencia de la presidenta del partido ante la imputación de dos de los miembros de su último Consejo de Gobierno antes de su retirada de la Comunidad y miembros de su comité regional del PP, y la negativa de Ciudadanos a seguir negociando con el PP si no se les quitaba de enmedio, hicieron que todas las miradas se centrasen en Cifuentes para saber si tenía la autoridad suficiente en el partido.

Ella no se quedó cruzada de brazos. Ni corta ni perezosa, no sólo llamó a Esperanza Aguirre para solucionar la crisis, sino que, ante la falta de respuesta, acudió a instancias más elevadas para salvar la única posibilidad de que el PP mantenga una posición de poder en la Comunidad. «Pidió ayuda y la dirección nacional ha respondido», explican en su entorno. Aunque de cara a la galería los afectados negaron presiones, a nadie se le escapa que Cifuentes ha recogido la guadaña que un día enarboló Aguirre contra la corrupción.

Con este gesto, la candidata no sólo gana créditos de cara a una renovación en el PP de Madrid, sino que llega con renovadas fuerzas a la mesa de negociación con Ciudadanos. El candidato de la formación naranja, Ignacio Aguado, dejó claro a mitad de la semana su posición de llave para que el PP forme Gobierno en la Comunidad al forzar las dimisiones. Tras los ceses, Aguado se vio obligado a reconocer que Cifuentes había «salvado una bola de partido». Sin embargo, Albert Rivera no está dispuesto a perder ni un ápice de la presión que ahora ejerce sobre los populares y rápidamente afirmó que «no era suficiente».

Sobre la mesa ahora está la posible petición de que sea la presidenta del PP de Madrid y no sólo la candidata regional, la que tenga que firmar el pacto anti-corrupción que exige Ciudadanos para facilitar la gobernabilidad de la Comunidad. Es decir, pese a la demostración de fuerza de Cifuentes, quieren que quede claro quién manda en el nuevo PP. Al respecto, los más cercanos a la candidata aseguran que «está encantada y fuerte de cara a la negociación». Sobre su liderato en el PP, afirman que «ella no quiere hablar del tema aún, pero puede hacerlo porque Cristina es una persona muy del partido». No sólo es una de las militantes más veteranas sino que, frente a su imagen de rebelde –ha defendido el matrimonio homosexual o la laicidad del PP–, siempre ha sido leal a las siglas.

Abanderada de un «nuevo PP»

«Un proyecto nuevo para la Comunidad de Madrid» era el lema de la campaña electoral de Cristina Cifuentes. Calificada como «rebelde» por defender cuestiones al margen de la tradición conservadora del PP, como el matrimonio homosexual, la realidad es que la candidata del PP está impulsando la renovación en el partido que tanto reclama la sociedad. Antes de que Ciudadanos se lo reclamara, ya exigió a todos los miembros de su lista, incluidos los más reticentes, que firmasen un contrato según el cual, si son imputados por casos de corrupción, dejarían inmediatamente todos sus cargos políticos.