Laura L. Álvarez

El clan de Los Gordos vuelve a La Cañada

La Policía ha detectado su presencia tras hacerse con una nueva parcela en el sector VI de la vía pecuaria. Creen que están intentando levantar de nuevo su imperio y, aunque a menor escala, están moviendo mucha droga

El clan de Los Gordos vino de Extremadura. Tras La Rosilla, La Celsa y Las Barranquillas, se instalaron en la Cañada hace casi 17 años
El clan de Los Gordos vino de Extremadura. Tras La Rosilla, La Celsa y Las Barranquillas, se instalaron en la Cañada hace casi 17 añoslarazon

La Policía ha detectado su presencia tras hacerse con una nueva parcela en el sector VI de la vía pecuaria. Creen que están intentando levantar de nuevo su imperio y, aunque a menor escala, están moviendo mucha droga.

El sector VI de la Cañada Real no es ni la sombra de lo que era. Un simple paseo por este tramo de la vía pecuaria, el más conocido y conflictivo por concentrar el llamado «supermercado de la droga», da buena cuenta del efecto de los golpes policiales a los grupos delictivos que han operado aquí a lo largo de los últimos años, principalmente, contra los grandes clanes de la droga. O, mejor dicho, de las demoliciones de infraviviendas que ha llevado a cabo el Ayuntamiento de Madrid tras estas operaciones. Y es que, a lo largo del primer tramo de este sector VI es dificil encontrar más de tres construcciones seguidas. Las montañas de escombros entre casa y casa se han convertido en el paisaje habitual de este barrio, copado por extensas familias de etnia gitana. Y, aunque aseguran que viven básicamente de la chatarra y, como mucho pueden reconocer entre dientes que han tenido flirteos con las extorsiones en obras sólo de forma puntual (aunque es el principal medio de vida de otra de las grandes familias del poblado), lo cierto es que en la Cañada aún se sigue vendiendo droga; mucha menos que antes, pero sigue. La Policía ha detectado que en los últimos meses han vuelto a la zona algunos miembros del clan de Los Gordos, el clan por antonomasia del lugar. Aún es pronto para saber cuánta cantidad mueven por semana (creen que pueden sacar, fácil, más de 30.000 euros a la semana) pero los investigadores aseguran que a lo largo de los últimos cuatro meses han vuelto a coger buen ritmo y tratan de recuperar la clientela perdida con tras el desmantelamiento de su «empresa», allá por 2011, cuando la Policía dio tres golpes al clan en poco más de año y medio. Era noviembre de 2013 cuando 20 miembros de la extensa familia fueron condenados por un delito contra la salud pública, tenencia ilícita de armas y pertenencia a grupo criminal. Sin embargo, en mayo de 2014 el Supremo redujo al condena a 13 de sus miembros y a otros seis directamente los absolvió. El matrimonio «cabecilla» formado por Juan José Hernández y Adela Motos había sido condenado a 19 años por la Audiencia pero el Alto Tribunal lo redujo a 12 y medio. Por su parte, Ricardo Hernández Motos, «El Bola», había sido condenado a 10 años y medio. «Nunca van a estar los doce, ni los diez años de condena. Enseguida empiezan a disfrutar de permisos y, después, del tercer grado. Además, los que quedan libres siguen manteniendo el negocio pero es verdad que la Cañada había quedado casi “moribunda”», sostiene un agente de Estupefacientes, que prefiere no aclarar qué miembros del clan son los que están ahora a los mandos de las parcelas de la Cañada que siguen dispensando droga a toxicómanos. Éstas están situadas entre los números 20 y 40, si bien los números de esta particular calle de la capital (pertenece al distrito de Villa de Vallecas) son caóticos y, al tirarse abajo tantas chabolas, los propios residentes han ido renumerando la primera parte del tramo, aunque no todo, de tal forma que puede saltar del número 80 al 170. De esta manera, la mejor forma de encontrar la casa de alguien aquí sigue siendo, como si de un pequeño pueblo se tratara, preguntar por la persona en concreto.

Aunque los investigadores tiene la certeza de que Los Gordos han vuelto, no lo han hecho como antes y han tomado algunas normas de protección para evitar, en la medida de lo que puedan, caer en los mismos errores. Quieren hacer lo posible porque el resto de la familia se vea lo menos perjudicada ante una eventual redada policial. Para no quedarse sin vivienda la próxima vez, han preferido quedarse lejos del poblado chabolista. Ahora residen en Morata de Tajuña, según fuentes policiales, donde un terreno es mucho más barato que parcelas más cercanas a la zona de Valdemingómez. No obstante, las mismas fuentes sospechan que alguno de los cabecillas tiene alguna propiedad por en Ensanche de Vallecas, donde ha sido visto recientemente. De esta forma, en la zona de Valdemingómez, sólo acudirían a «trabajar».

No son, al parecer, el único clan que ha vuelto. Con mucha menos fuerza, según las mismas fuentes, también dispensan en menor cantidad en clan de los Mellis pero «nada que ver con los contactos que aún manejan “Los Gordos” con los colombianos. Siguen vendiendo de todo: heroína (en su día fueron los que más vendían), cocaína y, en menor medida y prácticamente sólo para los propios vecinos, hachís».

Las mujeres de estos clanes siguen en la puerta de las chabolas, avisando a los forasteros con extraños mensajes sobre dónde deben comprar: «¡Que están los geos!», gritan al paso de cualquier coche sospechoso juntando las muñecas como si estuvieran engrilletadas. En ley gitana y, en general, en el mundo del hampa, un chivato es lo más castigado, por eso todos aseguran que nadie alrededor vende estupefacientes. Y, aunque no lo es, puede parecer real porque el sector VI ya no es esa calle llena de toxicómanos deambulando como zombis o haciendo de machacas a la puerta de las chabolas bunkerizadas con hogueras en la puerta para indicar el punto de venta. Ahora, apenas se acercan una decena de cundas cada mañana y el trasiego, en general, es mucho menor. Sólo se ven niños de etnia gitana corriendo por allí: conduciendo motillos con apenas siete años o jugando a disparar con armas de fogueo. Sus madres, muy jóvenes, y que cargan con los más pequeños en brazos, aseguran que van a diario al colegio y se quejan de que ellos son los únicos perjudicados cada vez que derriban una vivienda. «Si a mi me pillan con droga yo voy a la cárcel pero ¿por qué tiene que tirar la casa? ¿Qué pasa con esos niños que les dejan sin nada?», se quejan.

El Comisionado, más cerca del asentamiento ilegal

El Comisionado para la Cañada Real Galiana cuenta desde la semana pasada con una nueva oficina en el Ensanche de Vallecas, junto al asentamiento. Las instalaciones se ubican en un local de 120 metros cuadrados que pertenece a la Agencia de Vivienda Social y en él desarrollan ya su actividad las siete personas que forman parte del Comisionado, con especialistas en las áreas jurídica, social y urbanística. La apertura, según el consejero de Presidencia Ángel Garrido, se enmarca en «el compromiso del Gobierno de la Comunidad con la transformación urbanística y social de la Cañada, en línea con el Pacto Regional firmado en mayo del año pasado con los tres municipios implicados».