Ayuntamiento de Madrid
El parque que no conocen los turistas
No todos han estado allí para comprobarlo, pero en el distrito Puente de Vallecas hay siete puntos perfectos desde los que Madrid y el cielo se abrazan: los cerros del Tío Pío
No todos han estado allí para comprobarlo, pero en el distrito Puente de Vallecas hay siete puntos perfectos desde los que Madrid y el cielo se abrazan: los cerros del Tío Pío.
¿Conocen ese pequeño planeta en el que sólo habita un príncipe de pelo dorado y una rosa un tanto vanidosa? Es diminuto y está perdido en la eternidad del universo y, sin embargo, se hace infinito en su redondez y desde lo alto de los cráteres de sus volcanes se puede palpar la renovación constante del tiempo y de la existencia. Asteroide B-612 le llaman y en Madrid tenemos siete igualitos en el Cerro del Tío Pío, o al menos uno se siente un poco «principito» observando la ciudad desde una de sus colinas.
Durante el mes de agosto, en contra de lo que ocurre en otros puntos del país –normalmente, bañados por el mar–, Madrid se vacía, se queda desnuda y sola, a la espera del fin del verano. Claro que, para su suerte o su desgracia, siempre hay quien permanece al pie del cañón dando vida a la ciudad; madrileños que en un intento por exprimir la tranquilidad de este mes en la capital, buscan cuando pueden un rincón verde en el que conectar con el paisaje. Pero, es justo en esos enclaves naturales –como La Casa de Campo, el Parque Madrid Río o, el más popular de todos ellos, El Retiro– donde, gracias a turistas venidos de toda España y de todo el mundo, Madrid sigue siendo Madrid, a rebosar de gente, de ruido y de flashes. Pero no en el Cerro del Tío Pío, un parque que no sale en las guías, que no está en pleno centro de la ciudad; en definitiva, un parque que no conocen los turistas.
Una antigua fábrica de cerámica utilizaba este gigantesco espacio como escombrera y, cuando cerró, a alguien se le ocurrió la brillante idea de sepultar todos aquellos residuos bajo siete imponentes montículos que parecen moldeados a mano –o como se suele decir más habitualmente, bajo las que han sido bautizadas como «las tetas de Vallecas»–, verdadera peculiaridad y encanto de este parque. Porque sobre las «dunas» del Cerro del Tío Pío la sangría sabe mejor, como más a fruta, como más fresca, como más a compañía; las conversaciones se susurran de cerca, luchando contra el silencio que todo lo oye; las ideas suenan más claras y las fantasías más posibles; pero sobre todo, los besos se eternizan, porque el tiempo se da un descanso...¡y qué falta nos hace a todos parar a respirar!
Y sin darte cuenta, se ha hecho de noche: el sol ha desaparecido dibujando suspiros violetas en el cielo, la ciudad se ha apagado y, sobre un lienzo negro, comienzan a encenderse luces y estrellas, faros y luceros. Es entonces cuando te encuentras realmente perdido en el infinito, ahí quieto, como ausente, sobre el Asteroide B-612, observando el universo.
Dos paraísos en Barajas
Dulcemente desconocido es también El Capricho (paseo Alameda de Osuna, 25); todo un regalo para los sentidos del que lo visita, que queda prendado por las creaciones arquitectónicas y artísticas salidas de las manos de los ilustrados del siglo XVIII. Durante la temporada de verano el espacio permanece abierto al público desde las 9:00 hasta las 21:00 horas los sábados, domingos y festivos. También en el distrito de Barajas, el parque Juan Carlos I (Glorieta S.A.R. Don Juan de Borbón y Battemberg, 5) es distinto a todos los demás, con un aire urbano y ecléctico que satisface a los más cosmopolitas. Fue inaugurado en 1992, cuando Madrid se hizo con el título de Capital Europea de la Cultura, lo que explica la multifuncionalidad del lugar.
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