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El parricida de Getafe ahogó a sus hijos en la bañera antes de incendiar la habitación
La autopsia revela que los cadáveres de los niños de 13 y 8 años no presentaban restos del hollín del incendio en los pulmones pero sí de agua; es decir, ya no respiraban cuando comenzaron las llamas. Él llevaba una nota en la que explicaba que lo hacía para que no sufrieran.
La autopsia revela que los cadáveres de los niños de 13 y 8 años no presentaban restos del hollín del incendio en los pulmones pero sí de agua; es decir, ya no respiraban cuando comenzaron las llamas. Él llevaba una nota en la que explicaba que lo hacía para que no sufrieran.
Les ahogó en la bañera, primero a la niña y luego al pequeño discapacitado. Les llevó al cuarto de matrimonio ya fallecidos, les tumbó en la cama y prendió fuego a la habitación. Luego se marchó de casa, cerró con llave y se fue a la estación de Getafe Industrial, apenas dos kilómetros de la vivienda. Allí se tiró a las vías del tren. Según el maquinista se puso de pie y esperó a que el convoy le arrollara.
Llevaba una nota consigo en la que, de alguna manera, daba su explicación a toda esta locura: lo hizo porque no quería que los niños sufrieran. El autor de esta crueldad fue José Alberto Gálvez, tenía 47 años y todo el mundo insiste en que sentía «adoración» por sus pequeños, especialmente por el mayor, de 13 años y con una parálisis cerebral que le impedía caminar con normalidad. Ayer algunos vecinos barajaban la posibilidad de que ese «sufrimiento» que padecía el autor del terrible parricidio, que sacudió Getafe la noche del martes, podría estar relacionado con una posible separación matrimonial que, sin embargo, ayer desmintió Raquel, su mujer. La madre de los menores declaró ante la Policía que salvo que se le «haya ido la cabeza», su marido no tenía motivos aparentes para cometer el doble crimen. Además aclaró que no iban a separarse. Su entorno, no obstante, apunta a que José Alberto podría haberse quedado en paro recientemente y ella le habría pedido el divorcio.
La autopsia practicada ayer en el Instituto Anatómico Forense de Ciudad Universitaria a los tres cuerpos sin vida fue reveladora. A pesar de que los cadáveres de los pequeños de 13 y 8 años estaban muy quemados, sus pulmones no tenían restos de hollín (ya no respiraban cuando se desató el incendio) pero sí de agua, según el resultado de la autopsia.
Los investigadores se encuentran ahora a la espera de los análisis de toxicología (que suelen tardar más días), que determinarían si el progenitor de los pequeños les suministró algún tipo de tranquilizante antes de ahogarles o si la escena pudiera haber sorprendido a los niños en mitad de la rutina habitual del baño. Los agentes de Científica de la Policía Nacional volvieron ayer a la escena del crimen, un piso bajo del portal 8 de la plaza Benjamín Palencia de Getafe. Los expertos retomaron las investigaciones practicadas la noche anterior para tratar de determinar el origen de las llamas que acabaron con la vida de Alejandro y Marina, ya que estas indagaciones deben practicarse con el escenario frío, según los expertos.
Los agentes tratarán de determinar cómo prendió fuego a la habitación el autor del macabro crimen y si utilizó algún tipo de acelerante para el proceso.
La llamada a la centralita del 112 de la Comunidad de Madrid entró como un simple incendio más en una vivienda (el martes hubo otros dos graves). Fue un vecino quien alertó del suceso a los servicios de emergencias al percatarse de la gran cantidad de humo que ya había en el portal. Cuando los Bomberos de la Comunidad de Madrid llegaron a la vivienda se la encontraron cerrada con llave. Iban a tirarla abajo pero justo entonces llegó Raquel, la madre de los pequeños y entregó las llaves a los profesionales, que no dejaron acceder a mujer al interior.
Parado ante las vías
Ella creía que estaban los tres dentro y les decía a los bomberos que no podía ser. Pero poco después, el Summa recibió otro aviso en Getafe. Esta vez fue en la estación de Cercanías Getafe Industrial: un hombre se había precipitado a las vías poco antes de la llegada del tren y fue arrollado por el mismo. El maquinista declaró que el individuo se puso de pie en las vías para esperar que el tren le arrollase pero que él no pudo frenar a tiempo, según fuentes policiales. Los investigadores enseguida relacionaron ambos sucesos, vieron en la documentación del hombre su domicilio y se cercioraron de ello cuando encontraron la nota que el hombre llevaba encima. En ella explicaba que no quería que los niños sufrieran, según fuentes de la investigación.
Lleva el caso el Grupo V de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Madrid en un caso instruido por el Juzgado número 4 de Getafe, que la noche de los hechos autorizó el levantamiento de los cadáveres.
La madre de los menores y mujer del también fallecido, tuvo que ser atendida entonces por el Summa por una fuerte crisis de ansiedad. Raquel era profesora de francés en el colegio Padres Escolapios de la localidad, que ayer declaró luto y suspendió todas las actividades programadas para ayer y hoy.
A José Alberto no le constan antecedentes policiales de ningún tipo ni ella le había denunciado nunca. Los vecinos creen que José Alberto no trabajaba o, si lo hacía, era muy pocas horas. Al parecer él asumió el rol de los cuidados, dado que el pequeño de 13 años necesitaba especial dedicación. Los padres del colegio y los vecinos del barrio comentaban ayer que últimamente le veían más triste y apenas hablaba con la gente cuando antes siempre se paraba a charlar, por lo que algunos interpretaron que podrían estar en un proceso de separación; un hecho que desmintió ayer la madre de los niños. Aunque apenas llevaban dos años residiendo en la vivienda donde ocurrió todo, a la familia les conocía mucha gente porque era muy activos en temas de discapacidad y solían participar en carrera solidarias. Eran de la asociación Dedines, para la defensa de niños discapacitados con necesidades especiales y también colaboraban (en particular Raquel) con la asociación Sonrisas Azules, donde colaboran Policía y Guardia Civil.
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