Madrid
Gueto rumano frente al Museo del Ferrocarril
Los vecinos de Delicias denuncian la existencia de un núcleo chabolista que crece día a día junto a sus viviendas: «Antes la Policía les desalojaba, ahora campan impunes»
Los vecinos de Delicias denuncian la existencia de un núcleo chabolista que crece día a día junto a sus viviendas: «Antes la Policía les desalojaba, ahora campan impunes»
Los vecinos del barrio de Delicias no pueden más. Han denunciado ante la Policía y el Ayuntamiento la expansión de un nuevo núcleo de chabolas –cada día más sofisticadas– situadas en una explanada junto a las vías del tren, frente al Museo del Ferrocarril y a sólo unos metros del Parque Tierno Galván, pero no ha habido respuesta. «Hace tiempo había dos o tres chabolas, pero la cantidad es cada día mayor», explica a LA RAZÓN una de las vecinas que ha participado en la demanda.
Delicias no es un barrio chabolista «ni mucho menos», aclaran; de hecho a sólo unos metros, en el parque contiguo a esta zona conflictiva, está lleno de familias y deportistas. Alrededor de sesenta personas –la mayoría, gitanos de origen rumano– se han atrincherado en este descampado. «Cuando llueve se ponen debajo de los soportales de las casas y dejan todo sucio. Hacen sus necesidades en los parques de la zona que son intransitables», añaden esta misma vecina indignada.
Pero la de esta madrileña no es una queja aislada; el portal de debates de la página de participación ciudadana que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Madrid varios reclaman a la nueva alcaldesa que «erradique» estas infraviviendas: «Cada vez hay más cantidad y la zona se está convirtiendo en un foco de insalubridad por la acumulación de basura».
La petición de los vecinos, tramitada a través de la web creada por Carmena, se «colgó» a principios de octubre y en ella se advierte de que cuanto más se espere «mayor será el número de chabolas», ya que explican que este «gueto» crece cada día. Además aseguran que en el último tiempo «se han producido varios incendios en la zona –parece que provocados por ellos mismos para quemar parte de la porquería que generan–, que son susceptibles de extenderse porque la zona esta rodeada de edificio de viviendas».
Basta acercarse a la calle Párroco Eusebio Cuenca para apreciar el contraste entre los altos edificios de Méndez Álvaro, el verde del Parque Tierno Galván y la suciedad de la explanada situada junto a las vías del tren. La estructura del puente que atraviesa este descampado conflictivo sirve de pared trasera de muchas de estas carentes viviendas; las vallas que delimitan el perímetro hacen de tendedero. Otro puñado de infraviviendas se reparte por la explanada. Hogueras con restos de comida, zapatillas por el suelo, e improvisados «cuartos de baño» jalonan el terreno. Según los vecinos «no ha habido ni robos ni incidentes», a pesar de lo cual algunos han decidido apoyar la recogida de firmas que pide que se les desaloje de allí «dadas las condiciones antihigiénicas en las que viven».
Dos años de quejas
Hay que aclarar que los asentamientos no son nuevos. Desde hace dos años esta comunidad gitana intenta asentarse en Delicias. Lo hizo en un terreno perteneciente a Adif, muy próximo a donde se encuentran actualmente, pero este primer intento no duró mucho porque, poco después de instalarse, los vecinos presentaron una queja a la empresa ferroviaria que valló la zona y desalojó a los okupas, que ahora «campan a sus anchas» a sólo unos metros de distancia.
A pesar de los problemas que generan estos vecinos no deseados, hay quienes en el barrio muestran su comprensión ante la falta de hogar de estas personas. «No se meten con nadie, van a su aire, así que ‘‘vive y deja vivir’’», afirma un vecino. Sin embargo, reconocen que al principio vivían bajo plásticos y cada cierto tiempo la Policía los desalojaba. No obstante, aseguran que ahora cada vez tardan más en expulsarlos, por lo que han comenzado a levantar edificaciones más elaboradas: «Empezaron siendo pocas familias y cada vez son más y sus chabolas, más grandes».
De desalojo en desalojo
«La situación es insostenible» y revela, según denuncian, «la falta de acción de las instituciones». Piden una solución urgente y que se tenga en cuenta que al tratarse de una comunidad nómada sus miembros no van a tener inconveniente en buscar una ubicación cercana si símplemente son expulsados. «Las experiencias pasadas nos han demostrado que las ‘‘soluciones parche”, como sería un desalojo sin alguna alternativa, hará que de nuevo el grupo vuelva a instalarse en lugares próximos», por lo que reclaman que se les ofrezca una solución habitacional, como ha anunciado la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en diversas ocasiones.
Desde el año 2003 se han desmantelado once asentamientos ilegales en Madrid. El último se produjo en enero de este año, cuando la Comunidad y el Ayuntamiento desalojaron a las últimas 16 familias del poblado de El Ventorro para realojarlas en diferentes viviendas sociales situadas en Villaverde. Lo cierto es que aunque ya no quedan grandes núcleos chabolistas, sí que existen pequeños asentamientos, como el de Delicias, cuyos vecinos reclaman una intervención similar a la realizada en los grandes poblados por parte de todas las administraciones.
Un punto negro que evitan los runners
El nucleo chabolista rumano crece al lado del Museo del Ferrocarril donde cada fin de semana acuden miles de personas a las actividades que allí se organizan, así como para subir al Tren de la Fresa o el de la Navidad y, el último fin de semana de cada mes, a disfrutar del Mercado de Motores. Especialmente los fines de semana se acercan hasta allí muchas familias con sus niños puesto que el Museo organiza actividades infantiles y teatro para los más pequeños de la casa. Además, en el otro extremo el asentamiento de rumanos linda con el parque Tierno Galván, donde se ubica el Planetario y muy cerca del rockódromo en el que cada día practican decenas de aficionados a la escalada. De hecho, muchos de los deportistas que acuden a este parque a practicar su afición evitan el entorno de las chabolas. No es extraño ver a los «runners» y a los ciclistas hacer un forzado desvío en sus rutinas de entrenamiento para no pasar cerca de las infraviviendas. Y, en el otro extremo del parque frente al Museo del Ferrocarril hay una residencia de ancianos cuyos residentes tienen que soportar los malos olores que desprende el asentamiento chabolista que crece día a día.
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