Termitas y palomas atacan Madrid

Las temidas termitas y las no siempre apreciadas palomas cercan varios puntos de la Comunidad de Madrid aunque afectan, principalmente, a la capital, según datos recogidos en el Mapa de plagas recopilado por la empresa Rentokil.

Con datos sobre las plagas de termitas en España durante los últimos cinco años han desarrollado un mapa que localiza, por ejemplo, las zonas donde existe mayor población de estos insectos xilófagos pero también donde hay mayor concentración de palomas.

En el caso de las termitas, la primavera es la época del año en la que su población "alcanza el punto álgido", explican. Conocedores de ello, los expertos advierten a los propietarios de viviendas que estén atentos para detectar su aparición lo antes posible y poder así proteger su vivienda ante el riesgo de plaga.

Según se puede apreciar en los mapas de la empresa, tanto las termitas como las palomas proliferan más en las zonas más antiguas de Madrid, situadas en los barrios de La Latina, Centro y Embajadores.

El objetivo de este mapa, sobre todo en el caso de las termitas, es acercar a los propietarios si su vivienda está en zona de riesgo para que tomen las precauciones apropiadas. La web ofrece, además, la posibilidad de que cualquier persona pueda contribuir a completarlo, registrando los avistamientos de colonias de termitas de su zona geográfica en el mapa.

Según explica Rentokil, los datos recogidos en el mapa de plagas ayudan a construir la imagen de cómo es la actividad de las terminas en España, sus movimientos, desplazamientos y proliferación, información útil para científicos y expertos a la hora de determinar cuándo y dónde se están agrupando las termitas.

Estos insectos, que se alimentan principalmente de madera, del papel de los libros y en general de cualquier material que contenga celulosa, emergen en masa de sus nidos para aparearse y formar nuevas colonias. La aparición de estos enjambrazones está asociada a temperaturas altas, humedad y determinadas horas del día, pero los científicos desconocen aún cómo se sincronizan para volar entre nidos situados a varios kilómetros.