Comunidad de Madrid
Un «Doñana» en el sureste
La Comunidad alberga una de las poblaciones invernales de aves más densas de todo el país
La región cuenta con un hotel de lujo que no está al alcance de todos. Para empezar, los clientes no pagan, se acomodan donde les apetece y, además, no se les puede molestar de ninguna de las maneras. Eso sí, verles llegar y disfrutar de la temporada de invierno en el Doñana de la Comunidad de Madrid. En el Parque Regional del Sureste anidan durante los meses más fríos entre 120.000 y 155.000 aves que, ahora, están a punto de emigrar a sus hábitats de verano.
De hecho, durante el invierno nuestra región puede presumir de albergar una de las poblaciones invernales de aves más densas del país puesto que, pese a que se desplazan varias decenas de kilómetros para alimentarse, siempre regresan a sus nidos en las distintas zonas del parque regional. Además, muchas aves aprovechan el entorno protegido, entre San Fernando de Henares y Aranjuez, como estación de paso en su marcha a lugares de invernada más al sur, como es el caso de las miles de grullas que sobrevuelan el parque.
Muchas otras, en cambio deciden quedarse todo el invierno en Madrid. Éste es el caso de las gaviotas sombrías y reidoras que, con mucho, son los pájaros más abundantes en el sureste llegando a los 100.000 ejemplares en las graveras del Jarama y las lagunas de El Porcal. Por detrás de ellas, las palomas torcaces, con entre 20.000 y 30.000 ejemplares, que anidan en la vega del Tajo y los olivares de Valdemoro. A continuación, las aves más habituales son las del refrán, las cigüeñas blancas, que se pueden ver en las torres de las iglesias y los árboles más altos de la zona sureste y Colmenar, donde se reúnen hasta 10.000 individuos de esta especie.
En menor número pero también fáciles de ver en estas fechas están las garzas como la garcilla bueyera que, junto con anátidas fochas y similares, se reúnen aproximadamente unas 6.000 aves de estos tipos en los humedales y en los sauces, álamos y tarays de los ríos Tajo, Jarama y Henares. Muy por debajo quedan las grajillas, de las que se concentran unos 2.000 ejemplares en la zona de El Campillo, cerca de Arganda del Rey, y los milanos reales, algo más pequeños que el milano negro, que se reúnen en las fresnedas. De esta especie se han localizado unos 400 ejemplares. Por último, las aves menos habituales en el sureste son los aguiluchos laguneros, de los que se han hallado entre 100 y 175 cazando en los campos de cultivo, aunque anidan en las lagunas entre el Tajo y el Jarama.
A todas ellas se unen especies más pequeñas como gorriones, alondras, cuervos mirlos o golondrinas, que también utilizan el parque regional como hotel para la temporada de invierno. Estas pequeñas aves prefieren recovecos o ramas enrevesadas antes que las altas copas de los árboles para construir sus nidos. Por ello no es extraño encontrar dormideras de pájaros elaboradas con todo tipo de materiales desde hierbas a palitos a hojas, musgo, barro o, incluso, pelos de pequeños mamíferos.
Conservación constante
Para que toda esta diversidad de aves, así como las más de 200 especies autóctonas de la zona, se conserven en las mejores condiciones, la Consejería de Medio Ambiente invierte anualmente una media de 2,6 millones de euros. Desde su creación en 1994, se han triplicado las instalaciones para que los madrileños disfruten del parque, se han potenciado las sendas verdes y, al mismo tiempo, apoyado la agricultura para que los distintos hábitats permanezcan intactos. Se han restaurado 200 hectáreas de ribera y se han desarrollado actuaciones en 25 kilómetros de los márgenes de los ríos que riegan el parque. Además, se han repoblado más de 1.100 hectáreas para mejorar la biodiversidad, enriquecer zonas degradadas y revegetar zonas húmedas de ribera. Para ello, cada año se retiran entre 400 y 600 metros cúbicos de escombros y residuos.
«Un medio ambiente protegido y conservado ofrece los recursos necesarios a estas especies singulares tanto para la alimentación como para la reproducción o nidificación y las zonas de alimentación, caza o campeo», explicó el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Borja Sarasola, que detalló que las medidas desarrolladas por el Gobierno regional en esta área han permitido recuperar una zona degradada y transformarla en un espacio natural que actualmente alberga hasta 200 especies distintas de aves y 123 láminas de agua, con 9 humedales catalogados, que se corresponden con antiguas explotaciones mineras.
«La Comunidad de Madrid tiene un 50% de su espacio protegido en un estado magnífico. Esto permite que numerosas especies hayan aumentado sus poblaciones gracias al trabajo desarrollado en los últimos años para mantener, proteger, preservar, recuperar y mejorar nuestro gran patrimonio natural», añadió el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio.
Para disfrutar de este enclave y observar la migración de las aves que, en cuanto el mal tiempo les de una tregua, regresarán a sus hábitats de verano, se puede acudir a los dos Centros de Educación Medioambiental situados en el parque. El primero de ellos, situado en el Castillo del Henares, permite observar la agricultura en la ribera así como del cercano Palacio del Soto de Aldovea. El otro está situado junto a la laguna de El Campillo, un lugar excepcional para observar las aves acuáticas en su entorno.
Orígenes prehistóricos
La rica vida animal y vegetal del entorno de los ríos Jarama, Henares y Tajo ha atraído a la humanidad desde la prehistoria. En el Parque Regional del Sureste se han hallado yacimientos arqueológicos que datan del neolítico a la época romana o la invasión musulmana. Se han encontrado restos de los antiguos pastos y campos de cultivo de la edad de bronce al mismo tiempo que, en Titulcia, se encuentran yacimientos de antiguas explotaciones agrícolas privadas romanas, en torno a la Vía Complutum. En la misma zona hay restos de la época visigoda, de cementerios y asentamientos. Posteriormente, los musulmanes construyeron a lo largo de la Vega del Jarama atalayas y torres de vigía. Cuando Felipe II llevó la capital a Madrid se construyeron canales de riego y abastecimiento para dar servicio a los grandes mercados de Getafe y Chinchón. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando la explotación agrícola de la zona vivió su auge y se consolidó con la construcción del ferrocarril a Aranjuez. Durante la Guerra Civil, el entorno fue escenario de grandes batallas de las que aún quedan vestigios y, después de la contienda, se abandonó el uso de los trenes de vía estrecha –ahora convertidos en vías verdes– y aparecieron nuevos núcleos de población como Rivas Vaciamadrid que cercaron el entorno del parque.
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